martes, 30 de diciembre de 2008

Espurena

Ahora que no puedo ir, me da por recordar paseos por la playa: paseos al amanecer, tras haber pasado una larga noche, paseos a mediodía, al atardercer...

Y pienso en toda esa arena mojada de la orilla, y en toda esa espuma del mar, y en que cada vez que paseaba yo quería que fueran las mismas; pero nunca lo eran. Porque más tarde, siempre más tarde, el mar borraba toda huella, y el viento esparcía toda espuma.

Y lo más curioso es que en ese momento lo que me maravillaba es que esa combinación de agua, arena y viento pudiera producir espuma, y que luego el propio viento la esparciera. Pero ahora lo que me maravilla es que pase lo que pase, la playa y el mar sigan allí...

Y eso es lo que ha de importar.

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El gatuperio libanés

domingo, 28 de diciembre de 2008

Bajo la bóveda

Que la vida tiene ciertas sonrisas es algo harto sabido. Son momentos en que el encanto de unos labios y el embrujo de una mirada conllevan la conciencia de lo indeseado como inevitable. Y saber que no puede ser le confiere a todo ello un halo de senda torcida pero placentera a la que es difícil resistirse.

Y como tiene sonrisas, tiene guiños y mordiscos y lágrimas... Tiene cadenas invisibles e inasibles que impiden toda huida de la realidad. Tomar conciencia de todo esto es complicado hasta que no se acepta como válido el hecho inicial. Entonces lo duro es enderezar la senda y retomar el camino que debe conducir hasta las metas de la existencia (y no quisiera que de esta última proposición se llegara a inferir que existencia y vida se equivalen y corresponden de manera simétrica; es fundamental para comprender correctamente estas líneas).

Obstinarse en sonrisas (o guiños o mordiscos o lágrimas) no conduce más que al fracaso, entendido como un situarse fuera de la tierra pisoteada de la senda y pisar la hierba que el rocío de todo lo nuevo empapa; porque obstinarse es no aceptar una parte de la realidad; y quien no acepta no da, y, por lo tanto, tampoco recibe.

El hecho de la resignación es un atajo que en contadas ocasiones une el pasado y el futuro de la propia experiencia vital, pero normalmente se queda en un mero parche del presente que tarde o temprano se revelará inútil. Todo lo que conlleva la circunstancia no tiene por qué ser bien recibido, pero no debe ser jamás rechazado, al fin y al cabo la circunstancia es uno mismo y uno mismo es la circunstancia.

Y de nada sirve esquivarse.

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El undécimo gatuperio tras el día

sábado, 27 de diciembre de 2008

Pensar tu nombre ahora envenena mis sueños

Hoy me levanto cernudo tras comprender que mis brazos son nubes y que me va a ser imposible estrechar nada mientras así sea. Pero, de pronto, el viento escapa a estos insomnios y recorre los vastos jardines sin aurora en busca de la barraca del olvido, y los llena de la misma manera que se llena la soledad, de él mismo, de tal manera que lo único importante es que quiero estar solo en el sur...

Quizás mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta;
y esa voz no se extingue como pájaro muerto:
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Y claro, a todo esto, en otra parte, en otro momento, me siento ruin, y cretino, y de tal manera, además, que esos sentimientos no se excluyen, porque no puedo dejar de pensar que el destierro y la muerte, para mí, estarán donde no estés tú...

Y me sorprendo, dormido a la vera del camino, repitiéndome a mí mismo...

No. Eres tú quien sueña sólo
aquel efecto noble compartido,
cuyos ecos despiertan por tu mente desierta
como en la concha los del mar que ya no existe.

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El gatuperio bidón

lunes, 22 de diciembre de 2008

El hombre del momento

Para lo bueno y para lo malo, eres el hombre del momento. Estás en boca de todos y todas querrían tenerte en la boca. Y no sabes por qué. A lo mejor porque la realidad que ofreces ha sido pasada por el cedazo de un comportamiento socialmente reprobado, o porque no es posible saber en ningún momento si cuando hablas dices la verdad o la mentira, o ambas a tiempo y vez.
 
Eres el deseo de todos cuando todas te desean. Y no puedes ir dudando a cada paso, has de pisar fuerte y hacer retumbar el suelo, dejar de ser rastrero y no sembrar de dudas el camino. Piensa: de noche la senda ha de ser iluminada por tus huellas.
 
Pero vacilas como un cirio pascual en el presbiterio, como un eyeliner en manos de una niña, como una sonrisa en un funeral... Y aunque realmente sea como el barco que pese al zarandeo de la tormenta sigue su rumbo, vacilas. Y a cada paso la culpa es pena y la pena es penitencia. Y en eso estás y de ahí no sales...
 
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El gatuperio triste
 

lunes, 15 de diciembre de 2008

La caza del cazador

Y llegaste. Te escurriste hasta mi apostadero porque, confiado en tu habitualidad, no reparé en el peligro de tus ojos ni en la posibilidad de un ataque tan nocturno.

Y atacaste, con las garras retraídas para no herirme mientras entreabrías los labios para inocularme tu veneno. No hubo posibilidad de respuesta. Vacié mi cargador de besos y abrazos, pero tu mirada me dirigió una sonrisa definitiva...

Y me cazaste. Y para que otros supieran que me habías cazado tuve que mostrar mi piel desde los barrotes de esta jaula.

Y ahora que ya no cierras la puerta no sé hasta cuándo sobreviviría sin volver al calor de tu regazo.

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El gatuperio perio

domingo, 14 de diciembre de 2008

Consabidad

De entre los procedimientos de la consabidad, otramente denominados deícticos, hay tres femeninos y uno masculino.

La deixis propiamente dicha, entendida desde la asunción de la realidad extralíngüística y su inserción en el discurso, tal vez violenta y a destiempo pero muy manida y necesaria en algunas situaciones.

Como variación de la deixis y manual de uso, la anáfora y la catáfora comparten el alcanfor contra la precocidad por amagamiento de síntoma. Uno precede y el otro antecede, pero los dos ceden. No son útiles contra el olvido ni los tratamientos de memoria: marcan y graban a fuego lo que no debiera ser considerado más.

Su feminidad se larva en la dualidad: son necesarios dos elementos siempre, y la supresión del uno conduce al otro a la infertilicidad.

Por contra, muy como procedimiento vital, la elípsis consiste en turbarse más de lo debido de tal manera que se sobrepase la ataraxia. Cabe objetar la redundancia de lo hecho aunque su defensa se fundamente en la necesidad de repetir uno a uno y de manera sostenida cada uno de los pasos necesarios para alcanzar fin y finalidad.

Su masculinidad recae en su naturaleza contextual y su uso por parte de la geodesia como tiralíneas del recuerdo implica procesos carenciales de muy difícil solución que, en caso de un uso erróneo, desembocarán en otros procedimientos deícticos de distinto género.

Algunos autores defienden una tercera vía de consabidad, de muy sencilla enunciación pero con una realización práctica muy alejada de nuestra moral semita, aunque su refutación choque con la ética de Helena (con la hache de solemnidad), que es precisamente su base. Esta tercera vía implica un farol y un caminar lento pero seguro; y es deíctica en tanto durante el camino se den la sustitución y la supresión de los elementos extralingüísticos vitales.

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El gatuperio consabidor

lunes, 8 de diciembre de 2008

Más sonrisas

Hace ya mucho que llegué a la conclusión de que la vida tiene sonrisas de las cuales es imposible sustraerse, y me parecieron paladas de tierra sobre el llanto de una niña malcriada. Ahora que me pregunto hasta cuándo resonarán, me descubro feliz si en un momento dado su eco no me encuentra.

Entonces la duda es si son cadenas que no acaban en ninguna argolla y que te condenan a ninguna parte estando en todas, o si escapar es tan sencillo como conseguir un antiguo mapa de la desesperación y quemarlo en la hoguera de las pasiones.

Y en eso estamos, en comprobar si realmente hay argollas o lo que tensa es un demonio...

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El gatuperio ajorcado

domingo, 7 de diciembre de 2008

Noticia breve de la tectónica de sábanas

Me sorprende ver como ha cambiado la geografía de mi edredón últimamente. Lo que antes era una llanura ahora es una serranía, y todas esas montañas forman valles fértiles y por ellas corren ríos en cuyas riberas explota la vida.

¿Qué más puedo decir? Todo este telurismo me adelanta el trabajo fenológico...

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El gatuperio topógrafo

miércoles, 3 de diciembre de 2008

No tienen pérdida

El camino, el primero, empezaba en mi soledad. Estaba medio escondido en un bosque de permisos y equívocos, tras unos matorrales de película de aventuras. Estaba marcado por un abrazo de sofá y para cogerlo debía mirarte a los ojos.

Pasé tantas veces cerca de él, perdido en aquel bosque sin un norte reconocido. Estuve tanto en el sofá con el cuerpo cargado de abrazos y un montón de besos en la recámara que pensé que no lo encontraría nunca.

A lo mejor tampoco sabía que existía.

Y en este momento, ahora que lo cojo cada día para ir a verte, todo se ha revestido de tal familiaridad que me parece que no puedo perderme nunca: tus zapatos tirados por ahí enmedio, las puntas de tus pies insinuándose bajo la manta, los cojines desordenados y cómodos, tu espalda sobre mis rodillas, los brazos tras el cuello...

Puedo recorrer el camino ya con los ojos cerrados y encontrar siempre al final tus labios...

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El gatuperio sobre el diván

lunes, 1 de diciembre de 2008

Isofenia

Tiene infinitos caminos. Y todos llevan al mismo lugar, otro camino. Están indicados por avisos claros e inequívocos, perderse es imposible. He podido ir hasta más allá de los primeros recodos de algunos mientras ya me recorría otros, y he visto como serpentean a lo largo de esa espalda dulce y melosa y pierden su nombre más allá del horizonte.

Habrá de irse tirando un mapa isofeno y procurar que tanta sinuosidad se represente como es y no como se imagina, aunque si digo la verdad, estoy seguro de que coincide con la geografía básica que he observado en sus besos.

Y en ello estoy, en interpretar lo que sucede en cada pliegue del plano al tacto de la yema de mis caricias.

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El gatuperio tonográfico

sábado, 29 de noviembre de 2008

Exquisiteces celtíberas

Diálogo a tres bandas. Dos hablan, una disfruta.

—¿Y dices que te besó?
—Sí.
—¿Y tú?
—Me enrosqué a ella como una cobra...
—Ya, de picadura venenosa, de las que exigen guardar cama...
—En efecto.
—Y allí...
—Allí me dediqué a acariciar infinitamente su espalda para aprenderme bien todos sus caminos.
—Bonita manera de hacer el idiota, ¿no?
—Bonita manera de asegurarse de que al coger uno de ellos no haya pérdida posible...

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El gatuperio explorador

lunes, 24 de noviembre de 2008

El vacío

...tan vacío

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El gatuperio a la heroica

lunes, 10 de noviembre de 2008

Sufre

Deja que mi dolor nos conduzca por un camino equivocado.

Deja... Y créete por un momento que somos los polos de un imán de tristezas y soledades y que sólo podremos orientarnos sobre la sal que nos dejó el amor al evaporarse; sal gema, halita blanca y cegadora, espejo de amaneceres sombríos... Olvida que todo es culpa mía por no atreverme a cambiar.

Deja, y colabora en ello, que enjaule la cordura en tu pecho para que al respirar se exprima y mane un desamparo oceánico. Deja, pilotando, que naveguemos en él hasta naufragar y que un millón de mediodías solos lo reduzcan a salitre.

Deja, como buen albacea del cariño y la amistad, que la esperanza se refugie en no desaparecer.

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El gatuperio marmesor

miércoles, 29 de octubre de 2008

El atraco a Girondo

Este atraco comienza cuando descubro que comulgo con la doctrina que propugna el rebane de los pechos como magnolias. Eso me lleva a pensar que ha llegado el momento de aspirar a escribir algo peor. Entonces abro el cajón del escritorio y lo revuelvo buscando en él a mi mejor crítico. No lo encuentro pese a que los indicios de su presencia son muchísimos. Cierro el cajón, sonrío pensando en que acabará inevitablemente en los brazos de la Venus de Milo.

Mejor, sólo después de deshacerme de todo podré aspirar a mi propia nada. A ello voy.

Tras un rato, me enfado, me levanto y enciendo un cigarrillo. Lo dejaré. Acabo de comprender que tanto querer no plagiar, ni siquiera a mí mismo, tanto querer ser diferente, tanto intentar renovar no me lleva más que a escribir siempre lo mismo.

Escribir... ¿para qué? Yo lo que quiero es que alguien llegue a volar conmigo.

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El gatuperio huyendo en tranvía

viernes, 24 de octubre de 2008

Qahwa

Estoy junto a ti. Es domingo de café con leche y suplemento. Todavía no te has dado cuenta de que te estoy mirando. Pienso que supe tu nombre antes de conocerte, que mentiría si te dijera que en ese momento ya me gustaste, pero también que faltaría a la verdad. Pienso que, en cierta manera, quise el refugio de tu nombre para una parte de mí, pero, igualmente, pienso que para nada te haría daño. Resultas demasiado buena para poderte siquiera imaginarte abrazándome mientras te confieso que te amo desde el principio de los tiempos, cuando todavía el trigo no podía ser pan.

—¿Qué significa que el trigo no podía ser todavía pan?— Preguntas sin levantar los ojos.
—Que se doraba al sol hasta que algún terral lo arrastraba lejos de cualquier lugar.

No me has escuchado. De hecho no prestas atención a lo que te digo, sólo lo haces a lo que pienso.

—Un lugar como este...
—No, un lugar como ese en el que te abrazaba y tú me querías.
—Ese lugar no existe en concreto. Tampoco existe en abstracto, pero, en general, es cualquier lugar en el que nos hallemos.
—No existe porque no puede imaginarse.
—¿Porque soy demasiado buena para que te abrace y tu me susurres tu amor desmenuzadito en cumplidos?
—Sí. Y porque no me quieres.
—Porque no te dejas querer.
—Porque no me quieres.
—Por eso, porque no te dejas querer.
—¿Si me dejara querer me querrías?
—Pues no lo sé, pero al menos podrías quererte tú. Por algo se empieza.

Pasas la página mientras pienso que por eso supe primero tu nombre y luego buceé en tus ojos oscuros.

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El gatuperio lacte

lunes, 20 de octubre de 2008

Quiasma

Persigues algo que no quiero.

Sin descanso, sin tregua, sin la reflexión que merece. Estás ahí a cada instante, condenando a tu sombra mis próximos pasos, no fuera que se te escaparan los pies y pudieras darte de bruces contra tu propia existencia.

Porque el secreto de tu persecución es, precisamente, su disfraz: es una huida. Huyes. Abriste una puerta y traspasaste un umbral, pero no avanzaste más. Allí quedaste, esperando algo, lejos de ir a buscarlo.

Entonces, como es lógico, no pasó nada porque no hiciste nada para que pasara.

A lo mejor te arrepientes de haber llegado donde estés, pero tampoco haces algo para remediarlo.

Y, desde el otro lado de la puerta que prometiste cerrar, en eso estás, en hacerme sombra cuando yo quiero tomar el sol.

—¿Qué sol?
—Cualquiera, incluso el tuyo.

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El gatuperio cuasirrelicto

miércoles, 15 de octubre de 2008

Reconcomios

Te traicionas. Y en sazón no te cuesta nada mirar hacia otro lado, sabedora de que si tus ojos no ven, tu corazón no siente.

Pero... ¿Qué hay de mí? ¿Debe tu corazón exánime rebuscar a la luz de tu ceguera mendaz en mis entrañas destrozadas por la realidad que te niegas?

¿Acaso no merezco al menos que consideres que la pena que te evitas desviando la vista es la que me carcome?

¿Cuando sale el sol te figuras la luna rielando sobre el mar en el que me naufragaste?

Bien sabes que estoy aquí todavía, otra diferente es que lo quieras saber.

Porque aunque el aliento de tus besos provenga de tus engañadas entrañas, me insufla de vida la esperanza de volver a medir tu compañía por eternidades.

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El gatuperio porfiante

viernes, 10 de octubre de 2008

Dianas

Esto no es un blog.

No necesito que me aplauda nadie.

Entre las las razones que me llevan a escribir no se halla la de transmitir a cualquiera mi capacidad de emocionar, entendidos el pronombre y el sustantivo en sus más amplios sentidos.

Por ello el blog existe pero no se manifiesta. No espero comentarios.

Los hay que podrán sacar a Sartre de sus aljabas y asaetearme fieramente con su derecho a completar el círculo de lo literario al leer cualquiera de estos escritos, y no estarán exentos de la razón que asiste al que reclama para sí parte de lo que se ha creado; pero para ello deberán acertar en la diana correcta, y esa diana no estará a tiro hasta que decida entrar en el juego de compartir lo escrito.

Otros, más aseados y pulcros, fifirichemente querrán iniciar la lapidación del que adultera el lenguaje y rompe los matrimonios entre significado y significante que la Academia establece, olvidando que aquí no se somete a juicio lo escrito, otramente sería diana, sino que simplemente se suelta para que ahí quede.

En todo caso, lee quien quiere leer y a ello dispuesto está, y ulteriores motivaciones no corresponden a lo que desde aquí y con estas letras se propone; por tanto, renuncio a sus responsabilidades.

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El gatuperio vulgar

domingo, 5 de octubre de 2008

Proquercus

Aquí, justo ahora, en este momento, debería haber una fuente de agua perezosa y queda, movida por esta noria que empujo desde hace ya tanto. Una fuente de luz a la sombra de encinas y robles, en cuyas ramas se posarían pájaros de canto claro y sereno que de tanto en tanto beberían de ella.

Y lo que hay es un ciprés raquítico que guarda un abrevadero de alimañas que, para colmo, ya vienen saciadas, ahítas de la tranquilidad de saber que mis zarpazos serán como las caricias de una madre a sus retoños.

Y la noria ya no es noria porque sus cangilones no dejan de verter en el pilón la hiel que me fluye y exuda de mi cuerpo cada vez que le aprieto una vuelta a la tuerca del tornillo de mi desesperación.

Contra más fuente, más alimañas.

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El gatuperio que, mejor, olvida

martes, 23 de septiembre de 2008

Ocho

Ocho es mucho. A saber:
    → Uno más que siete, uno menos que nueve.
    → Ocho son dos cuatros, cuatro doses.
    → Ocho son ocho unos, pero no ocho ceros.
    → Un ocho es tres más cinco, la sexta de Fibonacci.

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El gatuperio echando con los ochos

lunes, 22 de septiembre de 2008

Otoño


Ya muere el verano a base de nubarrones y galernas. Todo ha terminado. Todo lo que pudiera hacerse libre al aire ha terminado. Ahora toca trabajar a cubierto y pensar lánguidamente en lo bonita que es la luz tras el cedazo de la tormenta y la tempestad.

Ahora toca pensar en lo que debió ser y fue, sin olvidar que todo, todo, se va y vuelve por efecto del compás de las estaciones. Tuvimos tantas esperanzas en un hastío de estío que tal vez se nos escaparon pequeños retazos de una realidad que queríamos sufrir segundo a segundo, mascando retama y escupiendo verdades, aheleadas de tanta saliva rencorosa.

Ahora que toca reponer fuerzas, pasear entre las barcas varadas y clavarse de cuando en cuando la aguja al cosernos a las redes, a ver si hay suerte y cuando haga bueno nos pescamos nosotros mismos reinventados en otros desgraciados de igual mirada.

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El gatuperio protohiemal

sábado, 20 de septiembre de 2008

Curvas agarradas

Aunque se hagan a la fuerza, sé que hay caminos agradables. Tienen curvas agarradas a repechos y rectas de horizonte inolvidable, y están marcados por un compás en cuyo centro no hay nada más que la almáciga que ocuparon tiempo atrás enamoramientos fugaces.

Esos caminos de polvo respirable y piedra llovida uno disfruta de la soledad del abandonado y hasta procura intrometerse en la del abandonador para constatar la solidez de su haberío.

Y en eso estamos.

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El gatuperio curvo

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La fuente de mi sed

Ahora que ya sé que hay un cielo que cubre la tierra y el mar, necesito más que nunca agarrarme a la cola del viento para poder volar y así comprobar si es cierto que esta mañana iba vestida la aurora con rayos de sol, y que en los cabellos, prendida, llevaba una flor...

Y por más que busco no encuentro esa cola en ninguna parte del viento, y me agobio, niña, me agobio tanto...

¿Cuál es la fuente de mi sed?

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El gatuperio trianero

sábado, 13 de septiembre de 2008

cientotrece

Así, escrito todo de un tirón, sacudiéndonos el yugo del sistema decimal.



Porque cuando nos presida ese número no vamos a necesitar los dedos para nada.

Admiremos la gracia del cantero; tras cincelar nuestro cientotrece lo prometió a las legañas del tiempo, y a ello se le dedica: a procurar que, cuando abramos los ojos, el sueño que hayamos dormido en su fonda haya sido el de justos...

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El gatuperio con la gubia entre los dientes

martes, 9 de septiembre de 2008

Formar sonidos en demostración de saña

—Sucede que temo la palabra.
—¿La dada?
—Y la tomada. Y la que le da la vuelta a las cosas y nos enseña su revés.
—Dirás *la que muestra las cosas tal y como las ven los demás*, ¿no?
—Los demás no, tú. Como tú las ves.
—No, los demás. No quieres otra cara de la realidad que no sea la tuya; que sea mía o de cualquier otro que no seas tú es irrelevante.
—Es la única que me sonríe...
—Pero para que te sonría regaña los dientes a otros.
—¡No! Me sonríe a mí y a los que están tras de mí.
—¡No hay nadie detrás de ti!
—Dije tras, no detrás...
—Y yo regañar y no llorar.

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El gatuperio desabrido

miércoles, 27 de agosto de 2008

Sitiar

Razón está ya harta de remar en redondo y piensa tomar al asalto ciertas zonas de Corazón que todavía se niegan a olvidarte, las que lo reconocen abiertamente y se muestran renuentes a otras.

Pero no cuenta con que en otros lugares subsiste un poso dulce de recuerdo que puede obligar a una limpieza más profunda de lo previsto y alargar la campaña hasta el alzhéimer.

Que tenga suerte.

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El gatuperio ante la soba

lunes, 25 de agosto de 2008

Ecpatía

Empatía; RAE dixit: "Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro".

Pero es curioso que próximamente lo que diga sea: "Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos", porque cuando la palabrita entró en el diccionario, la cosa era: "Participación afectiva, y por lo común emotiva, de un sujeto en una realidad ajena."

Así pues, al principio primaban la experiencia y el dominio de la ubicuidad; luego eso ya fue demasiado y por ello ahora basta con identificarse con otro, y ni siquiera eso, metonímicamente, no es necesario el todo, basta la parte...

Lo que duele es que pronto los empáticos además deban ser pareja y compartir sus sentimientos...

Por si acaso, no existe lo contrario...

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El gatuperio aislado

viernes, 22 de agosto de 2008

Música

Últimamente pienso mucho en tus dedos de violonchelista acariciando la cuerda de mi espalda, y en el tambor de tu vientre y su rumor lejano de tribu indígena, y en tus labios de flautista susurrándome al cuello una canción de amor que no he vuelto a escuchar en ninguna otra sala de conciertos...

Bueno, tampoco es que vaya a ninguna.

Por eso al final acabo pensando en tu lengua de organista mayor tocando estos mismos dientes que ahora muerden el vacío...

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El gatuperio melómano

jueves, 21 de agosto de 2008

La puerta que comunica


Yo sé dónde da. Yo sé cómo llegarla. Yo sé dónde está y de qué color es el cielo tras ella...

Podría conseguir su llave, romper sus telarañas y abrir su candado, pero rompería el secreto que me confiaste con tu lengua de ganzúa cuando las cadenas eran mis labios...

No, no me vale abrirla. Las moscas que alimentan esas arañas son espías de aquellos besos que no nos dimos y que todavía nos sobrevuelan, esperando un cambio de guardia o un recuento de control erróneo...

No, no me vale abrirla para que luego no quepas entre el umbral y el dintel, o para que pases pero te dejes las yemas de los dedos en el quicio y me engrases los goznes con tu sangre de horchata tintada...

Confórmate con verla cerrada, si la abro verás por qué no recomiendo a nadie habitar ninguna parte más tiempo del necesario...

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El gatuperio cancerbero

lunes, 18 de agosto de 2008

El Túnel

Bastará decir que soy el Gatuperio Ataraxico, el liante que no mató a nadie, pero que descubrió que su túnel no era como el de Juan Pablo, que decía que, en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario, el suyo...

Pues no, pintor, hay alguno más. De momento, la diferencia reside en que en mi túnel hay galerías por las que sé que a la puesta de sol entra gente por las aspilleras... Pero sólo las puedo ver a lo lejos, porque al acercarme, invariablemente, han huido por el ojo del techo...


A ratos pienso que sólo entran para salir divididos en octavos, y me quedo horas con el cuello torcido esperando ver alguno por ese trozo de cielo, cruzando como si fuera una estrella fugaz...

Y sólo lo dejo cuando me doy cuenta de que no tengo la seguridad de que eso sea la salida de nada, de que no sé si es el cielo porque estaba cegado por el amor cuando lo toqué...

Y me alejo pensando en si hay otra forma de tocarlo...

A ver si me presentan una María y no la mato.

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El gatuperio sabatino

jueves, 14 de agosto de 2008

El ojo de la escalera



Llegamos juntos al pie de esta escalera. Yo le dejé la mano y le dije que ya podía seguir sola, que no necesitaba su ayuda, que ese abismo no me asustaba y que podía seguir aprendiendo sola a subir.

Y empecé a subir. Y así se lo dije.

Llegamos juntos al pie de esta escalera. Tú me soltaste la mano y me dijiste que pensabas subirla sola, que no me necesitabas, que el abismo iba a estar allí y que debías aprender a subir sin ayudas.

Y empezaste a subir, uno a uno. O eso me decías.

Llegaron juntos al pie de esta escalera. Él no quiso, pero se soltaron las manos y ella le dijo que pensaba seguir subiendo sola, que no necesitaba que nadie la guiara y que ya estaba bien de subir juntos.

Y ella empezó a bajar, pero le decía que subía.

Llegásteis juntos al pie de esta escalera. Tú le soltaste la mano y él escuchó como le decías que no querías verlo más pese a que lo había dado todo por ti.

Y te fuiste en silencio.

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El gatuperio mirando por el ojo de la escalera

miércoles, 13 de agosto de 2008

Trece


En él reside todo el quid de la cuestión.

El juego no es ya honrar la palabra dada sino cabalgarla manteniéndose en todo momento en los propios...

Porque cuando son los trece de otros, no suman veintiséis con los nuestros.

Porque cuando son los trece que compartimos con otros, no tenemos ni seis y medio.

Porque cuando los vemos a la luz del día ya es la una de la tarde, y a la luz de la noche, ya es mañana...

Pero aún así, abandonarlos no los desposeerá de su banco entre el doce y el catorce, y sí permitirá reintegrarlos en la retahíla del rosario para que dejemos el camino que lleva a la aurora.

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El gatuperio treznante

lunes, 11 de agosto de 2008

Intráneo

Sé que dentro de ti te bulle un infierno... Y eso me hace sentirte diaño...

Pero no quiero poseerte así, porque los enemigos del alma son tres y de esta manera sólo soy uno... Si he de ser demonio no quiero poseer tal posesa que queriendo que la posean no deja poseerse...

¿Por qué negarlo? Deseo tu carne tanto como sufro este mundo. Llamar a las cosas por su nombre evita equivocaciones...

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El gatuperio añá

sábado, 9 de agosto de 2008

Voy a ser yo quien te lo diga

Lo siento, pero voy a ser yo quien te lo diga: vives presa de tus sentimientos. Y cada vez que los niegas se construye en torno a tu celda otro patio y otro muro, con sus alambradas, sus torres de vigilancia y sus alarmas.

Y los barrotes del ventanuco son cada vez más gruesos también. Llegará un momento en que no dejarán pasar la luz del sol... Pero eso te da igual, porque entonces, de tanto desearla sobre ti ya no hara falta que la veas, con imaginarla te bastará.

Pero eso no va a solucionar lo de los muros. Y por mucho que los pintes de tristeza seguiré enjaulado entre tus huesos. Hay que ser un héroe para cambiarle a Neruda un jodido por un derrotado estando de camino con la boca amarga. Eso mismo te haré yo, te vendré y no te podré porque con tanto muro con alambrada y tanto patio infinito que atravesar no te me dejarás llegar nunca...

Si quieres ser libre, rompe los muros que tú misma levantas para protegerte...

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El gatuperio con una lima dentro de la barra de pan

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Maldito alambre de espino

miércoles, 6 de agosto de 2008

Marinero de un barco en tierra

Cada vez que pienso en ti me siento marinero de un barco en tierra, y por eso me tiro al umbral de la lectura en la esperanza de que en ese quicio la luz me permita distinguir lo que intuyo que hay entre las líneas.

Mientras tanto, para que no te quepa duda, he limpiado las hélices y les he dado una mano de pintura. Espero poder partir para cuando se den tres cosas: un nuevo sol, buen tiempo y previsión de futuro...

Ya no te servirá de nada hacerme creer que estás escondida al final de un nudo...

Tiraré del cabo y me haré a la vida igualmente...

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El gatuperio cornamuso

jueves, 31 de julio de 2008

El reflejo del feo

Ahora que el sol yace bajo el mar y la brisa se contiene, puedo ver cómo me refleja el agua mientras noto que todo sigue caliente: el asfalto, la acera, el muelle... Pero sólo puedo ver mi reflejo sediento y no el de los demás.

Claro. Por mucho que ocupemos el mismo espacio durante un mismo tiempo, cada uno de nosotros habita en su realidad y a través de ella se realiza. De manera esporádica algunas realidades se entrecruzan, pero lo más normal es que eso dure sólo unos pocos segundos.

Hace nada que nos hemos cruzado. Y te lo digo para que lo sepas, aunque no llegues a leer esto nunca y ni siquiera sigas pensando en mí (porque sé con la certeza del asesino que por un momento lo has hecho).

Nos hemos cruzado y he visto mi reflejo del mar en tu pupila. Y, sabiendo muy bien por qué, me he acordado de los feos, porque eres tan fea como pueda serlo y saberlo yo, porque me ha parecido que por nuestras heridas manaba la misma sangre y porque ciertas uñas sólo se hallan al final de algunas zarpas que, casualmente, conozco demasiado bien

Pero pensando en lo fea que eres te me has ido, quién sabe si asustada por haberte asomado a tu misma soledad o árida ante la sed que has despertado en mis margaritas...


Si algún día vuelves, lo peor no será asumir la necesidad de aliento de tu cuello...

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El gatuperio flejo

miércoles, 23 de julio de 2008

Balanos

De entre los restos del naufragio podrán salvarse las hélices de mi destino, pero a buen seguro requerirán tales trabajos de recuperación que mejor sería dejarlas allí donde estén para que el sedimento del olvido concluya su trabajo y sepulte todo recuerdo espirado.


Esto, algunas noches, es lo que vengo pensando de un tiempo a esta parte, pero, no sé por qué, lo cierto es que todavía no he armado nuevo barco.

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El gatuperio lodiento

lunes, 14 de julio de 2008

A otra Laura

El Gatuperio Ataráxico, últimamente domiciliado en http://elgatuperioataraxico.blogspot.com/, y correo electrónico, a efectos de notificación, gatuperioataraxico algarroba google mail punto com, por el presente COMPARECE Y DICE:

    Que desde que os vio paseando al arrullo de las olas hace algunas noches en el malecón de poniente, no ha observado en ninguna otra criatura terrestre tan gracioso y sutil cimbrar.

    Que tras seguir vuestro rastro a la luz del mediodía y arrojarse al mar en el punto en que dejabais de mimar la tierra, no ha sentido tampoco en criatura marina alguna el brillo azabache de vuestros cabellos.

    Que tras soñar a cielo cubierto con vos no cree posible que voléis porque ningún ser alado desprende, siquiera remota, vuestra elegancia.

    Que ha elegido como punto de partida, retorno y estancia, para cualquier cosa, el lugar exacto donde le sonreísteis, no fuere que le volviereis a sonreír y no lo hallarais.

    Que se ha querellado contra las estrellas por titilar burdamente al paso de vuestra prestancia, contra el trueno por turbar vuestra excelencia, y contra las nubes por oscureceros al sol.

    Que su brazo puede empuñar cualquier espada o arma, incluso pluma, para defender vuestra pura esencia.

    Que cree rotundo estar enamorado de vos aunque no lo sepa cierto.
Por todo ello, y más, mucho más, SOLICITA:

    Que os dignéis a manciparle, bien de palabra, bien de obra para que pueda tener algo de vida.
Es gracia que espera obtener de vos.

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El gatuperio burrocrático

jueves, 10 de julio de 2008

No ser gamba

Sube el olor a puerto entremezclado con el recuerdo del de su pelo. Siendo gamba uno no espera derretirse de amor en la plancha de esos bares, pero marinero, lo menos que se espera es poder sorber ese amor de gamba acodado en la barra esperando a que la señora ponga precio al tiempo.

Han sido dos cervezas y una copa de champán lo que ha envidado el último farol. La mano en el bolsillo siempre apresta un buen fajo. Como siempre, los tatuajes, los cuadros de la camisa y el acento a maldito han acabado el trabajo. El truco es hacer creer al otro que sientes un arma entre los dientes y que tu desesperación es carcelaria.

Cuando el camarero apague la luz que ilumina el figón y la escoba repose sucia de las piedras del camino, querré mirarte a los ojos a ver si eres tan como yo creo. En ese momento, y sólo en ese momento, te haré saber que mi hambre es la que hace cantar a las sirenas las noches calientes de verano.

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El gatuperio deleznable

viernes, 27 de junio de 2008

Deheneí

Una tarde de junio. El sol cae a plomo a través de los cristales de la sala. El aire acondicionado está a todo meter. Todos esperan sentados ante un monitor que va devorando turnos: primero suena un timbre y sale un número, luego otro timbre y la mesa correspondiente. La sala se ha ido llenando de esperadores, todos han ido recibiendo su número así como han llegado.

Yo tengo el sesenta y cuatro; y van por el quince. Un chico flaco, encamisado, se revuelve en su asiento. Está harto de esperar. Cuenta con los dedos de la mano cuántos le quedan para que le toque. Una señora mayor lleva puesta un rato en modo esfinge: sólo mueve los ojos, pero no se le escapa nada. Leo a trompicones contando mentalmente los timbres que me quedan: cuarenta y nueve, una página de libro, cuarenta y ocho, una página de libro, cuarenta y siete...

De repente un señor mayor se levanta asqueado y se va. Al pasar junto a mí deja que, como quien no quiere la cosa, el papelito con su turno se le caiga al suelo... Mientras pienso en lo guarro que es, que no tiene ni espera para tirar el papel a la papelera, veo que es el número veintitrés.

Cuarenta y seis, el papel es el veintitrés, cuarenta y cinco, si lo cojo me saltaré media cola, cuarenta y cuatro, a lo mejor no se ha dado cuenta nadie, cuarenta y tres, levanto la vista y la esfinge me está mirando fíjamente, cuarenta y dos, nos damos cuenta de que estamos pensando en lo mismo... cuarenta y uno, el monitor marca el veintitrés y luego la tercera mesa...

Veo a cámara lenta como la mujer se levanta, recoge el número y se dirige hacia allí. Y luego me han pasado todavía más lentos los turnos y sólo he podido pensar en la hache del título.

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El gatuperio deheneí

miércoles, 25 de junio de 2008

Prohibido

En estos textos no hay ninguna señal de prohibido, pero la recuerdo y la tengo presente porque a veces a uno no le queda otra que obedecerla y no adentrarse en según qué veredas.


Y así como confieso que alguna que otra vez escribiría contra dirección, confieso también que, las más, eso ha implicado no haber escrito nada.

En estas que me planteo si a la hora de leer, quienes me leen van contra dirección o no, si lo que he escrito se ha entendido como yo he querido decirlo; aunque realmente, eso ya no esté en mi mano, porque una vez leído ya no es mío.

Mario le recuerda a Pablo aquello de «la poesía no es de quién la escribe, sino de quien la necesita», y yo me pregunto quién decide quién está necesitado, y si de los que aquí leen hay alguno.

En todo caso, me alegra que alguien pueda seguir el camino de mi letra tomando caminos que yo mismo me he prohibido. Entonces, no lo están tanto....

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El gatuperio hibido

viernes, 13 de junio de 2008

Tragedia en dos actos


Acto uno.
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Siempre es igual.

Antes del telón debe oirse una música tensa, pero no tanto como para preocupar. Poco a poco el telón subirá y la luz seguirá iluminando los mismos objetos de siempre: un armario semiabierto, una cama incómoda, deshecha si es posible, una mesita de noche y una silla de asiento raído. Al fondo, una puerta cerrada con llave.

Salga quien salga, llevará una maleta, da igual si es nueva o vieja, con ruedas o sin ellas, en todo caso, estará vacía. Tras abrirla sobre la cama, irá haciéndola, pero no para un viaje largo, para uno corto. Así, deberá ir componiendo mudas, en un número impar, y algo de abrigo, pero ligero y socorrido. Meterá en la maleta también un recambio de zapatos, gastados, un neceser con lo mínimo: cepillo de dientes, pasta, gel, champú y un peine (si es una señora, que piense en sus días); también han de caber un pijama y una toalla.

Al rato, antes de cerrar la maleta, mientras coloca las cosas, vale empezar a llorar. Es aceptado un sollozo quedo al principio, pero poco a poco ha de ir subiendo. No es necesario derrochar lágrimas ni compadecerse, es más, ni tan sólo es recomendable.

Cuando la maleta esté lista hay que hacer la cama, cerrar el armario y ordenar la habitación, aunque sea moviendo un milímetro cada cosa. Nos sentamos en la silla un momento, contemplamos largamente la escena, tristes y resignados. En este momento vale tocar el suelo con las puntas de los pies. En el último suspiro nos levantamos, cogemos la maleta, abrimos la puerta y nos vamos. Antes de cerrar, sacamos la cabeza, y lo volvemos a contemplar todo como si quisiéramos que fuera la última vez, convenciéndonos de una verdad tan falsa como irreal. Tiramos de la mentira para cerrar con dos vueltas.

Adiós.


Acto dos.
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Telón, luces. Pasan un par de minutos, los necesarios para apagar y encender las luces de la platea un par de veces, pero no de golpe, poco a poco.

Quien se fue, vuelve. Coloca la maleta sobre la cama. La deshace con mimo, colocando cada cosa en su sitio. Lo hará a un ritmo pausado pero inexorable. Mientras va acabando, vuelve a llorar. Lo hace porque se da cuenta de la mentira en la que vive: por mucho que huya, no podrá.


Fin

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No es posible huir de uno mismo.

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El gatuperio histrión

jueves, 5 de junio de 2008

El puente sobre el canal

Nuevo canal interoceánico

Tras embeberse de los canales interoceánicos de Benedetti, en su infinita estupidez, este gatuperio todavía cree que es posible un puente que una cada una de las orillas que el mar separa. Está convencido de que será posible cruzarlo en una sola jornada de camino, sin cambio de condición atmosférica ni merma de posibilidades. Iluso, prepara en la suya los cimientos de su extremo, y forja de maravedíes de los buenos una cancela para poder recibir en ella visitas que nunca le visitarán y despedirlas como merecieren...

Y, alarife en sus cinco sentidos, entre golpe y golpe recita aquello de «mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible...» pero olvida lo otro de «propios y ajenos vienen en mi ayuda, preguntan las preguntas que uno sueña, cruzo silbando por el santo y seña y el puente de la duda, me fui menos mortal de lo que vengo» porque al final lo que sucede es que «ayer pasó el pasado por el puente y se llevó tu libertad cautiva»...

Empezamos con canales y acabamos con puentes, mal andamos gatuperio, tú tampoco visitarás a nadie si no decides qué camino seguir... Aunque los puentes, sean «para cruzar o no cruzar, ahí están».

***

Más...
Táctica y estrategia
Quiero creer que estoy volviendo
Ayer
No te salves
El puente

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El gatuperio mariano

miércoles, 4 de junio de 2008

Tres diálogos

Uno.

Le dije que al pasar un tiempo las cosas cambiarían, y que por mucho que quisiera, eso sería así.

No me creyó y me enseñó un puñado de guijarros, luego los tiró hacia arriba y mudos escuchamos como iban cayendo al agua.

—¿Acaso esta orilla no lleva mojada mil años? ¿Acaso el cielo se ha desplomado alguna vez? ¿Acaso el río canta en otras lenguas?

En su gesto rezumó la hiel de la Inquisición y en sus ojos brilló el infierno.

—El teatro puede ser siempre el mismo, pero las funciones, aunque sean de una misma obra, siempre son diferentes... Y el espectador, con el paso del tiempo, se harta de ver siempre como al final otros triunfan y le toca a él sobrevivir con las migajas del destino...

Le volví a decir que las cosas cambiarían, pero esta vez, convencido por mi propio discurso, pasé del condicional al futuro, así de simple...

***
Dos.

—¡Cómo araño esos días en los que el amanecer tiraba del telón de tus párpados para inundar de la luz de tu sonrisa mi despertar!
—«Añoro», no «araño»...
—No, «araño», «araño»... Es tan bonito ese recuerdo que prefiero desgarrármelo a llegar a olvidarlo.
—No tienes por qué olvidarlo, simplemente piensa en él de cuando en cuando.
—¿Qué? Ya lo hago por condena, no lo voy a hacer, además, por gusto.
—Entonces, ¿cómo puedes pensar que vas a llegar a olvidarlo?
—Porque de tanto usarlo lo gastaré, y sus dobleces se acentuarán, donde hubo risas habrá sarcasmos, donde verdades, hipocresía, donde besos, mordiscos y donde caricias, arañazos. No quiero que supuren los zarpazos del destino. Por eso, por eso lo araño, porque no quiero que el tiempo que te tomas en decidirme te destruya también...

***
Tres.

—Este silencio no muere ni cuando hablo.
—Será porque hablas contigo mismo.
—Será. Pero fíjate en que me respondes.
—Será porque te respondes a ti mismo.
—Pero... ¿quién eres?
—Pregúntate mejor quién soy.
—Eso ya lo sé, quiero que me lo digas tú...
—Yo te diré lo que quieras oír, no lo que no quieras oír.

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El gatuperio trino

jueves, 29 de mayo de 2008

La de nunca

Yo te conozco, tú eres la de nunca.

Siempre te he visto.
Acodada al final de la barra de todos los bares.
Bailando en el centro de la pista de baile de mil discotecas.
Esperando el autobús en cualquier parada.
Paseando por las veredas de cada prado...

Y

Siempre he sabido.
Que tus labios no podían saber a lo que bebías.
Que tu cuerpo no podía dibujar mi deseo tan brutalmente.
Que por mucho que esperara no cogería tu mismo autobús.
Que mi huella no casaría jamás con la tuya.

Porque realmente eres la de nunca,
la que espera el metro en el otro andén,
la que camina abrazada a alguien que no soy yo,
la que cuando yo entro, sale,
la que cuando yo sueño, sonríe.

Porque eres la que nunca sabrá cuánto te he deseado y cuánto te he tenido...

Eres todas ellas, para siempre...

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El gatuperio ladrón

viernes, 16 de mayo de 2008

De querellas entre Razón y Corazón

Realmente, lo único que me importa de mis reyertas entre Razón y Corazón es que esas son siempre una lucha contra uno mismo, estériles y de victoria yerma.

Por mucho que uno se luche, siempre pierde, incluso cuando gana.

Sí, venza quien venza, no me quepa duda de que al orgullo de caminar flagelado tarde o temprano le seguirá la sombra del remordimiento, una sombra que acabará cubriéndolo todo porque la luz que la origina no podrá mantener su fulgor más allá de la melancolía que exuden las heridas cuando no se les aplique la suficiente anestesia.

Y si eso no sucede, da igual, tengo por seguro que las cicatrices de tal batalla son ya próximos estigmas que otros enemigos sabrán leer en pro de su fe... ¿A qué desafiarlos pues?

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El gatuperio litigante

lunes, 12 de mayo de 2008

La presión

La presión empieza cuando uno no se da cuenta de que no puede respirar, y buscando buscando entiende que es la presencia del otro lo que le impide ser como quiere ser, y que esa relación que les une es una cadena en cuyo extremo se han ido acumulando pequeñas cosas que la convivencia genera y que uno ha ido aparcando para otro momento en la fe de que lo pequeño no empezca lo grande.

Un día lo pequeño pesa tanto como lo grande, y tener fe se complica hasta límites insospechados. En ese momento puede caer una pequeña gota que inclinaría la balanza hacia el vacío.

Y la gota cae, inexorable, imparable, inevitable.

Uno ya no puede vivir con otro. Y sucede el vacío.

Durante el corte de cadenas y alivio de pesos es lógico que otro se aparezca a cada momento: por la mañana al despertar, a la hora de volver a casa, tumbado en el sofá o paseando.

Uno llega incluso a hablar imaginariamente con otro y le cuenta los quehaceres diarios y las penas pasajeras, desde el convencimiento de que ese proceso es lógico, y que esa no presencia se irá diluyendo como azúcar en café con el movimiento circular del paso de los días y las noches.

Y en eso está cuando se da cuenta de que sí, se han espaciado las añoranzas, pero por causa de una nueva cotidianidad que ha sustituido con precisión a la antigua y ha convertido a otro en un pensamiento del que huir, no dándole siquiera la posibilidad de pensar en él. Es en este momento cuando se evitan calles, se hacen oídos sordos a ciertas canciones y se envuelve de naftalina alguna que otra ropa por si todavía oliera a ese amor.

Pero esa gota que antes cayó inevitable no perdió propiedades, y con la misma intensidad vuelve a caer cuando en las más pequeñas cosas uno añora a otro, cuando se ha interiorizado tanto la cultura del evitar que los descuidos son inconscientes a fuerza haber olvidado sus motivos reales.

Uno no ha sabido buscar otros porque en otro está lo que busca y lo que quiere, y lo sabe aunque no quiere darse cuenta, preso como está del recuerdo de aquella cadena y aquel peso de pequeñas cosas que no quiso solucionar en su momento y que al final acabaron arrastrándolo al vacío del despertar solitario en la mañana del domingo.

La presión se insinúa como un peso mayor que el que la produjo y toma vida por sí misma, pasando a decorar el telón de fondo de cualquier intento de felicidad. Y el teatro de la vida deviene una tragedia cuyo final sólo puede ser la asunción de los errores y la aceptación de los propios sentimientos

Un final muy cercano, sí, pero que uno se empeña en buscar huyendo hacia adelante. Y entonces, cuando se sienta a reflexionar, esa presión es ya el sol del día y la luna de la noche, y sus verdaderos actores son ahora estrellas fugaces de las que dejan cicatrices en la bóveda.

Y uno, aunque se niegue, no puede vivir ya sin otro.

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El gatuperio otro

viernes, 9 de mayo de 2008

Margaritas...

¿Qué más quieres de mí?

Ya no sé qué más depositar en la bandeja de tu capricho infinito, ya no lo sé...

Bien sabes que incluso, cuando te duermes, las cicatrices de la bóveda abandonan sus órbitas elípticas y se entrecruzan formando complicados arabescos para que te sientas todavía más reina mora y más favorita, si cabe, en el alcázar de mis sueños.

Sí, he llegado a arar el fondo de la Luna para tus desplantes, y casi tengo listo un sistema de riego a base de lágrimas de impotencia y lluvias calladas de mayo...

Mmmmm, las margaritas de tus besos... ¿esperarás a que florezcan o a que revienten?


Toma, deshoja...

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El gatuperio exangüe

jueves, 8 de mayo de 2008

Casi sin darme cuenta...

..me acariciaba el levante recordándome a Ibn al-Zaqqāq:
De vuestro lado me robó la muerte, inexorable ley de los humanos. En ella os precedí; pero, a la postre, no tardaremos en hallarnos juntos. Decid, por vida vuestra y por mi sueño: ¿No fue nuestro vivir una delicia? Ore por mí quien por mi tumba pase, y pague a la amistad la fe jurada.

Luego, mientras nos mirábamos a los ojos, devolvimos los cuchillos a sus tahalíes con el beso que precedió al frenesí del deseo.

Y la amistad se dio por pagada porque de la oración surgió un camino hacedero para comunicar con el infierno.

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El gatuperio desde la rauda

martes, 6 de mayo de 2008

No me digas que no te avisé

Cuando en cántaro te diga que lo mismo que tú he sido y que lo mismo que yo serás, apura los días que te quedan: conoce ya los primeros palmos de agua de la orilla, recubre tu cuerpo de arena y alga, broncea tu piel al sol del amanecer y tu mente a la luz de las estrellas; cuenta y persigue las cicatrices de la bóveda.

Hazlo, corre, corre a sacudirte el yugo del tiempo y a ser eterna...

Lo serás en tanto te recuerde. Así pues, disfruta del brillo de mis ojos mientras todavía pueda verte, llegará un momento en que aunque eclipses todo sol por impura serás transparente...

Te prometo beberme todo el vino y no desdeñar ningún lecho de rosas, por mucho que en ellos se acuesten, pérfidas, serpientes de rosca fácil...

Rapidísimos, rapidísimos huyen ahora esos días vocingleros que antes se encallaron, como barcas sin pescador, en las arenas saladas de mi playa...

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El gatuperio khayyam

domingo, 4 de mayo de 2008

Aquí, allí... Allá

Si hay algo que me enfada es ver desde mi orilla otras orillas y no poder llegar a ellas por mis propios medios.

Uno podría creer que sólo me molesta saber que la imposibilidad reside en mí, pero nada más lejos de la realidad, eso está en fase de asunción; lo que molesta es saber que mi mismo mar castiga esas orillas y que no me es dado llegar a ellas, aunque no quiera ni pueda.

Entonces me pregunto de qué me sirve saber sin la oportunidad del poder.

Los ojos que no ven no saben; los ojos que ven y que saben, deben cuidar lo que saben, y si otros ojos ven a su través deben cuidar que lo que ese través pueda hacer saber no sea más que lo que debería saberse en caso de poder ver directamente.

Aunque su formulación pueda ser complicada es muy sencillo: no quiero saber nada de todo aquello con lo que no pueda interactuar, independientemente de si quiero o no; de si mi voluntad es esa o no; de si mi necesidad es esa o no.

Otra manera de decirlo es la que trata de la realidad y su visión: que nadie me pida otra digestión de la realidad que la pueda tener desde aquí. No tengo por qué ir invitado a lugares para luego, ante sólo la mera oportunidad y sin haber optado por nada, tener que volver a un punto medio.

Porque la realidad no es única ni objetiva, y todos la digerimos desde nuestro aquí, que en caso ajeno siempre es allí, incluso allá cuando coinciden dos o más aquí...

No, no quiero que nadie me obligue a ir hasta su aquí para luego, una vez explorado, echarme y no permitirme volver al mío, pretendiendo un mi esfuerzo de digestión en un lugar objetivo que no existe.

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El gatuperio fadado

martes, 29 de abril de 2008

Inútil aunque tranquilo

Se va a saber que andas siendo añorada por las esquinas.

Tengo ratos muy tristes, y otros muy alegres, tanto que nada los puede aguar. Pero no son eternos...

Y los decorados acaban quemándose y el maquillaje cede ante el calor de los focos de tu recuerdo, y es cuando vuelvo a esa tristeza que desconoces.

No puedo hacer nada contra ello. A veces brilla a mis espaldas de una manera que proyecta mi sombra contra las piedras del camino, larga y difusa, haciéndome sufrir.

Así es, se va a saber. Y no sólo será eso... No habrá un final en este camino, yo sé poco a poco que se irá retorciendo sobre sí mismo, enroscándose a cada dedo señalador...

Y aunque lo supiera de golpe tampoco podría aflojar la marcha.

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El gatuperio réprobo

domingo, 20 de abril de 2008

Crees que no quiero hablar contigo

Y, realmente, a mí sí me gustaría hablar contigo para participarte que, tristemente, el ocaso desempeña su cargo de heraldo de la noche con presteza e inapelabilidad: no falta jamás a su cita y siempre es certero en su labor de comisionado de las hélices del destino.

Pero no entenderías nada.

Me gustaría hablar contigo para sucederte en la posesión de los recuerdos que nuestro amor te legó, porque a mí no me hizo heredero más que de la pena que lo mató y no tengo otra que desearte por completo de tanto desear los sus recuerdos que atesoras.

Pero no entenderías nada.

Me gustaría hablar contigo para huir del marasmo y la apoplejía y así recuperar el ritmo de la existencia, levando las anclas de mi nao y abandonando de una vez el maldito mar que me atrapó para tocar otros puertos.

Pero no entenderías nada.

Me gustaría hablar contigo para hacer de la palabra la lima que me permita huir de la prisión en la que tu desprecio me ha recluido, liberándome de una culpa que no es mía y por la cual estoy penando...

Pero entenderías demasiado y harías como si nada...

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El gatuperio atenazado

jueves, 17 de abril de 2008

Algunas reflexiones sobre la soledad

La soledad es nudo en el estómago que no me deja respirar.
La soledad es un juego de espejos en cuyos reflejos infinitos constato que no hay nada ni nadie que me cubra las espaldas.
La soledad es un vacío que me llena de nada lo que de nada ya rebosa.
La soledad me lleva de paseo hacia la eternidad, en una huida de lo cotidiano que tanto añoro...
La soledad redefine mi rutina como la imposibilidad de lo nuevo.
La soledad convierte mi pasado en un punto intermedio entre la ilusión y la añoranza, y, con ello, lo absurdo me parece hasta posible.

Todo ello se resume en uno: la soledad me ha convertido en un hombre sin atributos.

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El gatuperio durante la travesía

lunes, 14 de abril de 2008

¡Arre!

No, no te perdono. No podré hacerlo hasta que en tu devenir sean tenidas en cuenta otras personas.

Fíjate en que no personalizo nada; me da igual arar para otros trigos, lo que quiero es que puedan crecer.

Me da igual que otros te cosechen, trillen, avienten y muelan mientras alguien pueda amasarte y comer de tu entraña.

No, no perdono que sólo pienses en ti y no en el mal que me provocas. Tu alivio de un segundo es mi tortura infinita...

Sentado en el potro uno no puede perdonarse ni a sí mismo.

¡Arre!

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El gatuperio pentido.

domingo, 13 de abril de 2008

Leche descremada

Lo mío, al principio, fue «sin», talmente una vida light. Y en efecto, no engordaba, sino lo contrario, independientemente de si este gatuperio así lo quería... ¡qué remedio!

Poco a poco el sabor de las cosas que no sabían a nada empezó a tener su importancia, y, en lo que dura un suspiro, el café descafeinado desveló cómo la sacarina producía caries cerebrales que atacaban recuerdos muy determinados de la vida «con», aunque sólo fuera muy de tanto en cuando.

Ese efecto secundario de la vida «sin» es evidente, al no tener recuerdos «con», el gatuperio continuamente imagina una vida «con» a cada paso que da, en cualquier momento, en cualquier situación, con cualquier compañía... Todo lo «sin» pasa por esa recreación de lo que puede ser en versión «con». Y claro, no todo es igual.

Los agujeros negros del recuerdo son la vara de medir, y se procede por inserción; si lo nuevo se ajusta a la forma que dejó el recuerdo es una buena señal; aunque eso normalmente no sucede. Lo más normal es que no case, y entonces uno se enfrenta a la posibilidad de recortar lo que excede con la forma precisa y utilizar ese sobrante para rellenar allí donde no llega el material. Pero claro, este es un procedimiento egoísta que conlleva un efecto rebote: huyendo del fuego puedes rebotar en las brasas y quemarte todavía más.

Algún ángel me comenta que lo ideal es dejar que esas caries cicatricen y que los propios recuerdos se regeneren, tomando como puntos de partida la propia reflexión sobre ellos mismos y la enseñanza que la experiencia ofrece sobre lo que se hizo mal. Pero creo que ese es un proceso muy largo que no está exento del Síndrome del último tren, una patología que impide hacer uso de la capacidad de decisión debido al sobreabuso de la leche descremada; es fácil, cuando el camarero dice que no hay, el enfermo pide semi, obstinado en creer que por estar a medio camino tendrá las virtudes, y carecerá de los defectos, de lo que no es: leche entera. Y a la larga es al revés.

Yo sé que en algún momento hay un cruce de caminos especial, en el que varias personas confluyen, y tanto me aterra que el Síndrome del último tren me atropelle como que el efecto rebote me abrase al llegar allí. Por eso juego de continuo a encajar piezas, pero con una salvedad, no recorto ni relleno las piezas, lo que hago es vaciar los moldes y procurar ajustarlos. Y ahí está la verdadera dificultad de esta vida «sin», no saber si una hipotética vida «con» desarrollará, de rebote, el síndrome...

Quiero decidir, sólo eso.

Tendré que empezar a explorar los confines del «junto a».

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El gatuperio entero

jueves, 10 de abril de 2008

La oportunidad

Te he visto una vez y me has encantado, pero ahora no sabría reconocerte. Tienes el aspecto de todas a las que he deseado sin ser ninguna de ellas. Te mueves en una dimensión en la que no has entrado.

Sin haber hecho nada, ya lo has hecho todo.

Estás aquí, en mi cabeza, y te busco una salida para dejar de pensar en ti. No vas a salir por la boca, no podría dejar de besarte, ni por los ojos, te desnudaría... ni por ningún otro sitio...

Mi voluntad para contigo es muy débil.

Quiero que te me escapes para poder iniciarte en mi persecución, y que sepas cómo dormiré a la luz de las estrellas de tu portal, cómo te ofreceré flores frescas por la mañana y cómo escucharé el eco de tus pasos en las calles vacías; que sepas que escribiré con tiza «te quiero» en cualquier pared, y luego velaré para que la lluvia y el viento no borren tu nombre...

Pero te me antojas difícil, así que haré acopio de tiempo y esperaré a que madures, para que cuando caigas del almendro pueda ser el primero en tener la oportunidad de ser querido por ti.
Sólo eso, la oportunidad...

Ya me basta.

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El gatuperio fisonomista

martes, 8 de abril de 2008

Dejar y ser dejado

Me cuentan que tan difícil es dejar como ser dejado, y que sea o no esa una acción volitiva, el final acaba por descompensar la igualdad y dejar acaba por convertirse en un lastre de imposible arrastre.

Y es cierto, es más díficil dejar que ser dejado, pero no por otra cosa que no sea que ser dejado no tiene dificultad alguna: no es una decisión, es un estado de cosas...

Y lo mejor es que la culpabilidad que siente quien deja, antes la ha experimentado quien es dejado: ¿qué hice mal? ¿Cuándo me equivoqué? ¿En qué cruce del camino cogí una dirección incorrecta..?

Estas preguntas me atormentan todavía y, por mucho que pase el tiempo, intuyo que seguirán haciéndolo... Así que me da igual la culpa del otro, porque la mía me absorbe toda posibilidad de razonamiento sobre él, y matiza su percepción, la filtra y me impide cualquier juicio de valor objetivo.

Esa es mi lucha, conseguir quitarme esa venda y poder disfrutar de la realidad, reivindicarme...

¡Pero qué difícil lo fácil..!

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El gatuperio oblicuo

Ese mar...

Ese mar que me atrapa últimamente me desconcierta. Lejos de atraparme, durante la madrugada suele apaciguarse y suave besa la orilla, en una caricia infinita que, melosa, deriva en la furia de un mediodía que ahuyenta arenas y guijarros... Y así hasta que la noche empieza a mugir como un buey yermo, que lejano lamenta su destino mientras poco a poco va durmiéndose bajo la luz de la luna.

En esos amaneceres claros columbro otras tierras en el horizonte, con otros paseantes en sus playas, con otras barcas amarradas en sus muelles y con las mismas ansias y los mismos anhelos que yo.

Y entonces me pregunto si me valdrá la pena largar amarras, desplegar velas y ponerles la proa, porque ese mar es traicionero y falaz, y proceloso guarda en su horizonte tormentas de recuerdos capaces de zozobrarme ánimos y barca, y naufragarme, y devolverme exhausto otra vez a esta maldita playa de espera...

Y me pregunto si lo que veo a la luz soñolienta de la mañana no son más que sueños y esperanzas de encontrar con quién pasear por la orilla, cuando el mar se calme y pueda ofrecer de continuo esa dulzura que yo sé que en lo más profundo de sus abismos de cuando en cuando lucha por imponerse, y que alguna que otra vez incluso me sosiega hasta el punto de dejarme soñar...

Y me pregunto si tú, que lees esto, sientes algún tipo de alusión a tu persona, a la mirada de tu corazón triste y al genio de tu necesidad de decir las cosas claras, porque desde lo poco que te conozco (en contraposición a lo mucho que te he buscado) hay fuerzas que me incitan a conducirme por las curvas de tu cuerpo, mientras me arrullas con el acento dulce de tus orígenes; en vez de abandonarme nervioso al futuro incierto de un mar que rompe por el albedrío de donde sople el viento.

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El gatuperio resabiado

domingo, 6 de abril de 2008

Tomar una decisión

Puedo decidir algo en cualquier momento, y es una acción volitiva. Puedo no decidir nada en ningún momento, y sigue siendo una acción volitiva, pese a que realmente es una no acción. Pero la esencia de la decisión se mantiene en los dos casos, y parte de la propia posibilidad, de la capacidad ejecutiva que tengo y mantengo (y que cada uno, por sí mismo, posee y usa).

Lo único jodido de decidir volitivamente es pensar qué va a pasar con lo no decidido...

Otras decisiones, sin embargo, tienen muy mermada esa posibilidad, o incluso carecen de ella. ¡Y qué bonito es decidir entonces! No cuesta nada decidir así, las cosas vienen como vienen y van como van y uno sólo debe sumergirse en esas corrientes y dejar que sean los vientos de otros océanos los que le naveguen a vela desplegada.

Lo difícil del caso es querer decidir algo y conseguir manipular la realidad para que sea ella misma la que imponga la solución que más nos conviene, de tal manera que no tengamos otra opción y que tampoco nos sepa mal tomarla...

Así pues, puedo estar sólo porque he decidido dejar toda compañía para plantearme si quiero tenerla, y alargar la duda hasta el infinito con la certera esperanza de que la compañía no me va a esperar, y una vez eso suceda ya no necesitaré decidir nada más.

No, no he dejado a nadie, simplemente he pedido la eternidad para decidir si dejo a alguien y ese alguien ha decidido no esperar mi decisión y me ha dejado, con lo cual ya no necesito decidir nada y no me sabe mal estar solo...

Y eso es así por mucho que mis uñas cínicas arañen la pared desesperada... Y esta manera de decidir avanza un diente en la rueda del alfabeto.

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El gatuperio dictaminado

lunes, 31 de marzo de 2008

Ese mar que me atrapa


No deja de perseguirme.

Por mucho que pise la arena más rápido y mejor, acabo dejando huella...

Y siempre es la misma historia: cuando llevo un tiempo huyendo, me giro y ahí está, él. No me basta con ignorarlo, negarlo o renegarlo...

Nada le es suficiente.

Aun ahíto de la tranquilidad de saberlo tras, cada vez que me giro naufrago en él...

Y me lame recuerdos y anhelos con el cariño del primer día. Mimoso, regalón, consentido se me enrosca hasta hormigonarme de sal a su orilla.

Nada lo desarma.

Ese mar que me atrapa, inacabable me obliga a untar con tu espuma cada uno de mis recuerdos...

Nada le puedo.

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El gatuperio penante

domingo, 30 de marzo de 2008

Mirar




Mirar hacia el este o hacia el oeste es indistinto en ciertos momentos...

¿Por qué entonces eso no se me cumple ahora?

¿Por qué tengo la sensación de tener que apurarlo todo ante lo que ha de venir?

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El gatuperio turuño

lunes, 17 de marzo de 2008

Helix

Cuando el caracol llegó a la cima, pudo contemplar como en lo alto otro caracol se le había adelantado.

Triste, pensó que le sería más duro el camino de vuelta, e inició el descenso. Atravesó otra vez las curvas lastimeras del camino...

Y, atraído por el rumor cansino de las olas, llegó a la playa tras desdeñar los remansos de los arroyos y el canto de las fuentes...

Temoso, se sumergió en el agua hasta que resultó caracola. Entonces, aprendida la letanía, ya no dejó de saberse triunfador...

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El gatuperio aspersa

sábado, 15 de marzo de 2008

Gacela del amor imprevisto

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,
siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.

* * *

Federico García Lorca

* * *

Que fuera imprevisto no implica que fuera imprevisible, ni siquiera visible...

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El gatuperio jondo

Un cuando impaciente

Cuando las cosas no son como tú quieres que sean sino como otros quieren que sean, una opción es modificar el sujeto, puesto que el complemento directo, «que sean», no varía en ningún momento, aunque recuerda que ese subjuntivo es subjuntivo por subjetivo, y es subjetivo por propio e inherente a cada uno.

Claro, esto que te propongo no es más que avanzar hacia un acuerdo que te permita compartir el protagonismo con otros y poder regir ese complemento directo hacia lugares más proclives a tu parecer.

Pero el verdadero problema se cierne sobre ti al constatar que a lo mejor eso varía tan brutalmente las cosas que no es posible mantener la estructura sintáctica con esa estructura logicosemántica...

Compartir es convertir algo antes subjetivo, propio y único, en objetivo, ajeno y múltipe; y dado que esto último es una estupidez, sucede lo que sucede, que tu complemento directo pasa a indicativo y se te ve el plumero: «las cosas son como quieres que son».

Lo mejor pues, cuando uno quiere que las cosas sean pero no son porque son como otro quiere que sean es aprender a dejar que sean como otro quiera que sean y esperar a que sean como uno quiera que sean...

Paciencia.

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El gatuperio estúpido

martes, 11 de marzo de 2008

Para mientras

Cuando, harto de esperar, veas pasar el cadáver de tu enemigo, sabrás que no habrás perdido, pero también te quemará ser consciente de no haber ganado.

Y tu cuerpo entumecido rechinará sin el aceite de la adrenalina que le has negado como si lamentara haber perdido el tiempo viendo los toros cobardes desde la barrera. Dalo por hecho.

Entonces ya podrá volver a oscurecer como solía antes de tener quiebros con nadie, pero te dará igual porque la quemadura de la conciencia te torturará con la idea de la inexistencia de un mañana.

Por eso deberías haber luchado a su debido tiempo, para que momentos como ese no llegaran jamás.

Entonces «mientras» ya será un adverbio que carezca de los marcadores temporales necesarios para plenamente significar «entre tanto». Piensa que cualquier cosa que hagas podrá ser para mientras

Piénsalo...

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El gatuperio apaciente

1.017

Se coge una caja de cartón un poco grande, se mete en ella un puñado de hombres solos, se cierra bien la caja y se precinta. Se añaden orificios para respirar, orificios cuadrados y a su vez cuadriculados. Luego se hace llover en torno de la caja y se consigue producir melancolía.

Es, quizá, el único método científico, y completo, para mediante elementos físicos --caja, hombres, orificios, lluvia, precintos-- producir a través de reacciones no físicas, una mercancía que pueda llegar a ser enormemente rentable. El método más eficaz para crear un tipo de producto de alto consumo, difícil de industrializar ciertamente, pero que comercializado podría servir después en espectáculos, publicaciones o transmisiones televisivas, tanto en el género dramático-emotivo como en el sentimental-patriótico o en el místico-imperial, de poca salida ya. Todavía es un procedimiento poco conocido por lo que su utilización para esos fines podría parecer, en este momento, hasta cierto punto improductivo a observadores de corta visión inversora. Sin embargo es necesario apoyar toda investigación que libere de la tiranía de los royaltis y obtener por fin un producto nacional que llegue a ser de satisfactoria rentabilidad.

Las cajas no obedecen a un modelo único. Las hay enormes y muy pequeñas. Como cajas de zapatos algunas, largas y estrechas; de embalaje otras, con grandes proporciones. Pero todas, cajas. En ellas, los cobayas, aplicándoles ciertos estímulos, segregan melancolía, nostalgia y recuerdos a partir algunas veces de motivaciones minúsculas y muy baratas pero hábilmente provocadas; un olor adecuado ha llegado a ser en ocasiones un poderoso desencadenante. En principio los cobayas en las cajas se mueven despacito hora tras hora, sin aprovechamiento ni función. Caminan con la pared como destino, pero llegados a ella, un mecanismo perfecto, quizá diseñado por Leonardo y aún no clasificado entre sus papeles inéditos, hace que los cobayas no se detengan, ni trepen, ni se asusten hasta enloquecer por la continuidad imposibilitada; los cobayas giran, los cobayas enderezan de nuevo sus pasos, sin vacilaciones ni pérdida de ritmo, hacia la otra pared, la de enfrente, aquella de la que partieron.

Y un día se llueve alrededor de la caja, y algo encima. Los cobayas caminan aún pero reducen sus traslados a zonas más cortas, miran a través de los orificios practicados en la caja, olfatean, y segregan melancolía, nostalgia, recuerdos, suben de sus ojos, de su boca, de su nariz, de su aliento, de sus oídos, de todo el cuerpo agitado de los cobayas, unas vaharadas de evocaciones, de rostros que regresan, de palabras que se recuerdan de improviso. Se condensa la segregación sobre sus cabezas, encerrada en cercas de trazo continuo como los diálogos de un cómic. Pero no se aprovecha, no se comercializa con fines que podrían ser artísticos, culturales o recreativos. Tanta melancolía perdida. Pero como dice Italo Svevo, la naturaleza no realiza cálculos sino experiencias. Tal vez un día se aproveche todo.

En otra parte hay algo, en otra parte hay otra parte permanente. Y otros. Con otros rostros, otras palabras, quizá cobayas también --piensa el cobaya, porque el cobaya piensa-- pero cobayas distintos. ¿Habrá que despedirse? ¿Habrá que despedirse de todo para siempre? Leyva ha escrito en «Leitmotiv»: «Es corriente ir por un camino y encontrarse con algunas personas conocidas, aunque hayan envejecido tanto que resulte difícil reconocerlas. Estos viejos amigos acaban de salir de la cárcel o del manicomio, y tratan por todos los medios de parecer como fueron anteriormente, sin sospechar que ya nada tienen que ocultar porque su vida y su pasado fue objeto de observación de algún curioso historiador... Viejos conocidos que nos saludan al margen del camino agitando lágrimas y recuerdos, luto por los hermanos asesinados en la guerra; hermanos que nunca existieron y son ellos mismos. Es asimismo corriente encontrarlos colocando medallas en tumbas vacías y recitando poemas de aquél poeta acribillado a balazos con fusiles de agua en la sierra, mientras las gentes trenzaban senderos y surcos de luna». Quizá es la lluvia a través de los cuadraditos de hierro en que se quedan convertidas las ventanas lo que produce esos espasmos. Quizá la lluvia, sí. Porque la caja de cartón siempre es la misma.

La lluvia continúa cayendo. Y a veces parece que con ella se termina todo. El mundo se diluye. Se va el gouache. No era demasiado bueno, pero estaba ahí desde que recordamos. Da un poco de pena que no queden perfiles. Que la esquina de la casa se emborrone contra el asfalto y la nariz o el ojo del que miraba desde una ventana dejen de ser nariz y ojo, sin ilusión, sobre los tiestos tristes de la trastera atroz. Ya no hay volúmenes ni formas. Después ya no hay recuerdos de dibujo entero. Pero tampoco es verdad que después ya no haya nada. Quedan churretes oscuros sobre el papel, todo entre marrón y negro, con algún destello del rojo o del azul que no se llevó el agua hasta el sumidero común. Y sigue lloviendo sobre las cosas, sobre las personas, sobre ayer y anteayer, y hace unos meses y luego de unos años. Y entonces el producto se refina.

Sigue lloviendo. Los cobayas no pasean a lo largo de la caja. Segregan nostalgia, como las abejas miel, como los visones piel y aceite o como segregan ámbar gris dicen que las ballenas. Pero no se ha descubierto todavía la manera de industrializar tanta nostalgia. Se podría inventar una película ultrasensible que imprimiera la serie de recuerdos, las figuras tal como regresan al cobaya, los rostros, un último gesto, el último que se recuerda, la última palabra que quedó e incluso la que debiera haberse dicho de conocer lo alargada que iba a ser la despedida. Yo hubiera pedido perdón a alguien, yo no hubiera marchado bruscamente, yo hubiera terminado las cartas de otro modo, yo hubiera recordado ciertas cosas, compuesto el tipo, mejorado mi imagen; se han quedado con la última, cada cobaya sabe lo que hizo, cómo fue su último día, qué palabras dijo y cuáles pudo no haber dicho, qué dolor de más añadió a los inevitables; y así tanto tiempo, así para siempre algunas veces porque no todas las conversaciones se recuperarán a partir de lo que se dijo último. Los cobayas piensan, yo, yo, yo, yo, yo y es como haberse muerto pero no haberlo hecho al mismo tiempo. El vivo sigue al bollo pero el cobaya aún no ha llegado al hoyo, y todo está ante él en cada vuelta, cuando alcanza la pared y gira, y luego va y gira y luego viene y gira, siempre gira, no se tropieza nunca, no se rompe jamás, el cobaya es perfecto. ¡El cobaya es perfecto!, ha gritado el experto. Cuando el mozo que cuida da un grito de repente, enloquecido de ver pasar patitas de cobaya, enloquecido de giros, de poder secundado, de cajas de cartón, del ahogo por el vapor espeso que emana de la nostalgia de los cobayas, se pierde el ritmo de producción, quedan en blanco los globos que flotan sobre las cabezas de los animalitos con la bola de nostalgia, de melancolía y de recuerdos, y entonces el cobaya sólo segrega miedo, un producto oscuro que cae al suelo, que forma charcos de mal olor y es invendible porque en realidad es un subproducto mejor elaborado en otras partes, ya industrializado desde antiguo, comercializado en envases de uso fácil y manejo cómodo. Se apelotonan los cobayas contra los agujeros de las cajas y ven llover con sus ojitos brillantes, recién lavaditos y asustados.

Pero no dura mucho, todo vuelve, vuelven los largos recorridos, los giros, el mozo guardián cura, se le pasa pronto, el mozo vive de eso, no puede hacer perder tiempo a los cobayas, las cajas de cartón vuelven a ser agitadas por los pasos de la ida el giro y la venida, la ida el giro y la venida, la ida el giro y la venida.

Debe hacerse un esfuerzo por atraer los inversores. La rentabilidad está asegurada. Se coge una caja de cartón, una caja con bastante fondo a poder ser aunque no es indispensable, se llena de cobayas melancólicos, que parecen personas por la seguridad con que pasean de una pared a otra de la caja, y se abren unos agujeros cuadrados para que respiren y se les pueda observar cuando segregan las bolitas del producto ideal para la comercialización de sentimientos que acompañen, envasados o a granel, las grandes actividades del espíritu haciéndolas más rentables todavía, de verdad por fin ya era hora, y no hay riesgos. Los cobayas parecen hombrecitos, hombrecitos tontos, hombrecitos nostálgicos, con sus patitas cortas y sus ojitos húmedos, hombrecitos perdidos y olvidados.

Cuando por un camino te encuentres, cosa corriente, con un hombre al que acaban de desembalar --quizá lleva todavía la etiqueta de frágil en los ojos-- no le preguntes por la hacienda, no le preguntes por los dioses, no le preguntes por la historia, no le preguntes por la buena salud de sus riñones, no le preguntes por la geografía, no le preguntes por sus sueños, no le preguntes ni por las ciencias puras ni por las aplicadas, no le preguntes tampoco por la lluvia. No le preguntes nada.

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Cartas cruzadas entre Paul Eluard y Teofrasto Bombasto de Hohenheim llamado Paracelso (con páginas del diario de Robinson leídas por Sherezade en la difícil tertulia del Califa).

Luciano Rincón

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El gatuperio preso del preso.

jueves, 6 de marzo de 2008

Esa costa del espanto

Me piden que deje de una vez la orilla. Hace ya tiempo que conseguí levantarme para que las olas sólo me lamieran los dedos y las plantas de los pies.

Tal vez sí, es hora de pisar seco y ponerse los zapatos para volver a caminar.

De nada sirve esperar algo que ya ha llegado y que se repite incesantemente. A veces el agua cubre más, y a veces, cubre menos; con más, con menos espuma; más pesadas, más ligeras... Pero siempre sordas a mis esperanzas... Ya ni son siquiera eso, posiblemente. Conservan el nombre como quien conserva el ombligo...

Pero claro, hace tanto que tengo los pies en remojo que el viento ha borrado las huellas de la arena y no sé exáctamente cuál es el camino...

Y por eso no me llego a mover, porque no sé para dónde tirar. Creo que ya no espero que el mar me traiga a nadie... Y si me lo trajera, a lo mejor realmente sería nadie.

Ahora pienso que lo peor no es que se olviden de uno, lo peor es que la sal te desfigure y el mar te recubra de algas...

Va siendo hora de secarse...

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El gatuperio algareño

No me tientes...

Ya sabes que con un horizonte despejado soy capaz de resistirlo todo menos tu tentación.

No pejes nada pues. Ni cuchillos, ni sogas ni grilletes. Sólo soy prisionero de tu deseo.

No me tientes, por favor.

Si abres alguna puerta piensa que por allí puede escaparse tu deseo, y deberé seguirlo hasta la extenuación.

Donde quiera que vaya, allí iré...

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El gatuperio tentado

martes, 4 de marzo de 2008

Almendras

En un momento dado la almendra crece, justo cuando crees que es hora de varear el árbol y recoger ese fruto que ha ido creciendo desde el principio del invierno.

Y es cierto, al principio fue una flor (y antes fue un capullo) y ahora va camino de ser una almendra. Pero antes será un almendruco y habrá que resistir la tentación de sorberle la vida.

Pues no, no es así. Estas cosas no afloran porque sí, afloran porque donde hubo hay, nada es por generación espontánea.

Y si antes no te diste cuenta tal vez es porque ese almendral que cuidas no te es tan conocido como crees y de algún que otro árbol salen sentimientos que ignoras, no por desconocerlos o no haberlos experimentado, sino por tu ciega fe en que las cosas son siempre de una intensidad determinada.

En tu próximo paseo abandona las viejas veredas y adéntrate en otras menos trilladas, déjate llenar los pulmones de esos aires diferentes que ahora crees descubrir y mira bien hacia el oeste, allí es dónde se pone el sol.

Aunque ya lo sepas, no lo sientes.

Y si en el próximo saco cae alguna almendra amarga, recréate en su hiel para poder reconocerla en ulteriores individuos.

Esa es la enseñanza de la experiencia, ese es el verdadero archivo de la vida...

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El gatuperio melindroso

domingo, 2 de marzo de 2008

Fábula de Mylola o la capacidad de decidir

Básicamente esto va de un protozoo (un dios), llamado Burriciego, que ha ido a la Tierra a fecundar un óvulo (una humana), haciéndoles la competencia a unos señores llamados espermatozoos (los humanos).

Pero óvulos en la Tierra hay tantos y tan pocos que Burriciego no sabe cuál fecundar. Entonces se tumba en un sofá a no hacer nada y y encima espera que se decidan ellos, porque Burriciego es el ser exacto que no sabe nunca lo que quiere y lo que no quiere, siempre lo quiere todo y nunca quiere nada a la vez...

Bueno, mientras no hace nada, realmente los incordia, pero sólo a uno, que a él le parece que ya se decide pero no se decide, y que realmente está más que decidido, puesto que es el ser exacto que sabe a cada momento lo que quiere y lo que no; y no es un óvulo cualquiera, es un ovulozoo (mitad y mitad), Mylola, la hembra poderosa de naturaleza de miel mezclada por el trueno a la luz del relámpago. (Algo de predestinación parece haber, ¿no?)

Ahora llega el marrón, porque entonces el auténtico protoZeus (este es tan chulo que su inicial va enmedio) se cabrea. Y por varias razones, Burriciego ha ido a la Tierra sin su permiso y encima va a dejar a los protozoos mal con tanta tontería. Además, Mylola es su ojito derecho...

protoZeus entonces le revela a Burriciego la verdadera naturaleza de miel mezclada por el trueno a la luz del relámpago de Mylola para que espabile, pero eso hace que el protozoo se condene a la indecisión eterna. Es perfecta para él siempre y cuando supere su indecisión.

Y allí está el castigo, en la eternidad de tal temer, puesto que, enamorado, cuando Burriciego se acerca a Mylola, esta se aleja, pero la distancia se mantiene; y cuando se aleja de ella, Mylola se sigue alejando, y la distancia aumenta exponencialmente. Todo por culpa del incordio al que antes había sometido al óvulozoo y a su brutal capacidad de indecidirse, y a que Mylola no tarda un telediario en decidir que pasa del cachirulo este...

Claro, Burriciego, que se cree muy listo, va y se para... entonces es cuando ve desaparecer en lontananza a Mylola... Bye! Bye!

La indecisión ahora es perseguirla o no, puesto lo que parece seguro es que no conseguirá fecundarla, pero el dolor que siente por la excitación le va a obligar a expulsar de su cuerpo la semilla que llevaba preparada al efecto de la fecundación so peligro de pudrirse indecidiéndose, así que en un momento dado, el protozoo inunda la tierra de semilla...

Esta semilla puede verse todavía en la faz de los indecisos, que mientras deciden o no algo, se la van quitando de la piel acariciándose el mentón... Hay decisión si el indeciso se frota finalmente toda la semilla del jeto...

El mito no aclara si la fecunda o no, si cuando la fecunda, Mylola aborta o no, y si cuando aborta (si abortare), quién paga el tema: el óvulozoo, más tieso que la mojama, el protozoo, tan indeciso como indecidido a hacerlo; o el protoZeus que, al fin y al cabo, es el más forrado de los tres...

Y no lo aclara porque de momento el imbécil del protozoo no se ha decidido todavía...

Mientras, ella sigue alejándose...

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El gatuperio pseudomítico

jueves, 28 de febrero de 2008

Sonrisas

¿Quién es quién cuando nadie quiere ser nada?

Un clavo saca otro clavo, pero la caja se cierra contigo, conmigo, dentro. Todo yo y parte de ti (todo tú y parte mía), condenados a la eternidad.

Sabía que me querías, pero no de solemnidad.

¿Te imaginas? ...Enterrados bocabajo sin saberlo. En vez de contemplar luna, cielo y estrellas, columbraríamos el mismísimo infierno...

¡Eso es atalayar el lugar en el que se vive creyendo ver el paraíso eterno!

La vida tiene sonrisas de las que es imposible sustraerse. A lo mejor son paladas de tierra sobre el llanto de una niña malcriada...

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El gatuperio prefanerozoico

miércoles, 27 de febrero de 2008

Arrepentimiento

Sé que el arrepentimiento no consiste en renunciar, consiste en abandonar.

Sé que «arrepentirse» es además un verbo púramente pronominal. Uno no puede arrepentirse más que de sus propios actos, palabras o pensamientos. No es posible arrepentir a otro de lo que pueda haber hecho, dicho o pensado; eso es absolver.

Y yo, que ya no soy yo ni me reconozco ahora, ¿puedo arrepentirme? ¿Puedo absolverme?

¿Y qué hago con la angustia? ¿De qué voy a alimentar este gusano que me mantiene y me informa?

¿Y qué hago con el tedio de existir? ¿Puedo pintarlo de tristeza?

¿El refugio de la coherencia se derrumba cuando uno se arrepiente?

Y si lo hago, ¿volverá a anidar alguien en mí?

Y, a la pregunta, cualquier marcaje temporal procede y excede a un tiempo, porque sucede que quien accede a absolverme no retrocede ante mi culpa, ni se arrepiente de ser quien intercede entre este «yo» que se sobrexcede y el que le antecede, es realmente quien me concede el crédito que le precede para que yo entienda de una vez que mi vida cede...

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El gatuperio obnoxio

martes, 26 de febrero de 2008

De extranjeros y patrias

Podría decir que no y sería que sí. Y no pasaría nada.

Podría decir directamente que sí, y seguiría sin pasar nada.

Podría ir negándomelo por calles y esquinas, y nada...

Pero todo eso sería equivalente a decir que ya lo tengo claro, y que cuando llegue el momento y me hagan la pregunta podré contestarla sin titubear, y podré responder con la intención necesaria y precisa para que ninguna de mis huestes dude y recule o se envalentone y se precipite.

Pero no es así. Mis filas están repletas de disensiones y alguno de mis flancos ha perdido la verticalidad en su intento de afianzar la posición.

Y para colmo esta es una batalla que no vamos a librar porque aunque mis generales puedan mirar a los ojos de los suyos y entrechocarse, al final siempre miro al oeste y me pregunto qué estoy haciendo aquí y qué me está pasando ahora...

A lo mejor, además de serme sincero es el momento de vaciarme los bolsillos de azufaifos de loto.

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El gatuperio errático