martes, 8 de abril de 2008

Dejar y ser dejado

Me cuentan que tan difícil es dejar como ser dejado, y que sea o no esa una acción volitiva, el final acaba por descompensar la igualdad y dejar acaba por convertirse en un lastre de imposible arrastre.

Y es cierto, es más díficil dejar que ser dejado, pero no por otra cosa que no sea que ser dejado no tiene dificultad alguna: no es una decisión, es un estado de cosas...

Y lo mejor es que la culpabilidad que siente quien deja, antes la ha experimentado quien es dejado: ¿qué hice mal? ¿Cuándo me equivoqué? ¿En qué cruce del camino cogí una dirección incorrecta..?

Estas preguntas me atormentan todavía y, por mucho que pase el tiempo, intuyo que seguirán haciéndolo... Así que me da igual la culpa del otro, porque la mía me absorbe toda posibilidad de razonamiento sobre él, y matiza su percepción, la filtra y me impide cualquier juicio de valor objetivo.

Esa es mi lucha, conseguir quitarme esa venda y poder disfrutar de la realidad, reivindicarme...

¡Pero qué difícil lo fácil..!

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El gatuperio oblicuo

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