Puedo decidir algo en cualquier momento, y es una acción volitiva. Puedo no decidir nada en ningún momento, y sigue siendo una acción volitiva, pese a que realmente es una no acción. Pero la esencia de la decisión se mantiene en los dos casos, y parte de la propia posibilidad, de la capacidad ejecutiva que tengo y mantengo (y que cada uno, por sí mismo, posee y usa).
Lo único jodido de decidir volitivamente es pensar qué va a pasar con lo no decidido...
Otras decisiones, sin embargo, tienen muy mermada esa posibilidad, o incluso carecen de ella. ¡Y qué bonito es decidir entonces! No cuesta nada decidir así, las cosas vienen como vienen y van como van y uno sólo debe sumergirse en esas corrientes y dejar que sean los vientos de otros océanos los que le naveguen a vela desplegada.
Lo difícil del caso es querer decidir algo y conseguir manipular la realidad para que sea ella misma la que imponga la solución que más nos conviene, de tal manera que no tengamos otra opción y que tampoco nos sepa mal tomarla...
Así pues, puedo estar sólo porque he decidido dejar toda compañía para plantearme si quiero tenerla, y alargar la duda hasta el infinito con la certera esperanza de que la compañía no me va a esperar, y una vez eso suceda ya no necesitaré decidir nada más.
No, no he dejado a nadie, simplemente he pedido la eternidad para decidir si dejo a alguien y ese alguien ha decidido no esperar mi decisión y me ha dejado, con lo cual ya no necesito decidir nada y no me sabe mal estar solo...
Y eso es así por mucho que mis uñas cínicas arañen la pared desesperada... Y esta manera de decidir avanza un diente en la rueda del alfabeto.
- - -
El gatuperio dictaminado
Lo único jodido de decidir volitivamente es pensar qué va a pasar con lo no decidido...
Otras decisiones, sin embargo, tienen muy mermada esa posibilidad, o incluso carecen de ella. ¡Y qué bonito es decidir entonces! No cuesta nada decidir así, las cosas vienen como vienen y van como van y uno sólo debe sumergirse en esas corrientes y dejar que sean los vientos de otros océanos los que le naveguen a vela desplegada.
Lo difícil del caso es querer decidir algo y conseguir manipular la realidad para que sea ella misma la que imponga la solución que más nos conviene, de tal manera que no tengamos otra opción y que tampoco nos sepa mal tomarla...
Así pues, puedo estar sólo porque he decidido dejar toda compañía para plantearme si quiero tenerla, y alargar la duda hasta el infinito con la certera esperanza de que la compañía no me va a esperar, y una vez eso suceda ya no necesitaré decidir nada más.
No, no he dejado a nadie, simplemente he pedido la eternidad para decidir si dejo a alguien y ese alguien ha decidido no esperar mi decisión y me ha dejado, con lo cual ya no necesito decidir nada y no me sabe mal estar solo...
Y eso es así por mucho que mis uñas cínicas arañen la pared desesperada... Y esta manera de decidir avanza un diente en la rueda del alfabeto.
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El gatuperio dictaminado
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