Persigues algo que no quiero.
Sin descanso, sin tregua, sin la reflexión que merece. Estás ahí a cada instante, condenando a tu sombra mis próximos pasos, no fuera que se te escaparan los pies y pudieras darte de bruces contra tu propia existencia.
Porque el secreto de tu persecución es, precisamente, su disfraz: es una huida. Huyes. Abriste una puerta y traspasaste un umbral, pero no avanzaste más. Allí quedaste, esperando algo, lejos de ir a buscarlo.
Entonces, como es lógico, no pasó nada porque no hiciste nada para que pasara.
A lo mejor te arrepientes de haber llegado donde estés, pero tampoco haces algo para remediarlo.
Y, desde el otro lado de la puerta que prometiste cerrar, en eso estás, en hacerme sombra cuando yo quiero tomar el sol.
—¿Qué sol?
—Cualquiera, incluso el tuyo.
- - -
El gatuperio cuasirrelicto
Sin descanso, sin tregua, sin la reflexión que merece. Estás ahí a cada instante, condenando a tu sombra mis próximos pasos, no fuera que se te escaparan los pies y pudieras darte de bruces contra tu propia existencia.
Porque el secreto de tu persecución es, precisamente, su disfraz: es una huida. Huyes. Abriste una puerta y traspasaste un umbral, pero no avanzaste más. Allí quedaste, esperando algo, lejos de ir a buscarlo.
Entonces, como es lógico, no pasó nada porque no hiciste nada para que pasara.
A lo mejor te arrepientes de haber llegado donde estés, pero tampoco haces algo para remediarlo.
Y, desde el otro lado de la puerta que prometiste cerrar, en eso estás, en hacerme sombra cuando yo quiero tomar el sol.
—¿Qué sol?
—Cualquiera, incluso el tuyo.
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El gatuperio cuasirrelicto
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