Básicamente esto va de un protozoo (un dios), llamado Burriciego, que ha ido a la Tierra a fecundar un óvulo (una humana), haciéndoles la competencia a unos señores llamados espermatozoos (los humanos).
Pero óvulos en la Tierra hay tantos y tan pocos que Burriciego no sabe cuál fecundar. Entonces se tumba en un sofá a no hacer nada y y encima espera que se decidan ellos, porque Burriciego es el ser exacto que no sabe nunca lo que quiere y lo que no quiere, siempre lo quiere todo y nunca quiere nada a la vez...
Bueno, mientras no hace nada, realmente los incordia, pero sólo a uno, que a él le parece que ya se decide pero no se decide, y que realmente está más que decidido, puesto que es el ser exacto que sabe a cada momento lo que quiere y lo que no; y no es un óvulo cualquiera, es un ovulozoo (mitad y mitad), Mylola, la hembra poderosa de naturaleza de miel mezclada por el trueno a la luz del relámpago. (Algo de predestinación parece haber, ¿no?)
Ahora llega el marrón, porque entonces el auténtico protoZeus (este es tan chulo que su inicial va enmedio) se cabrea. Y por varias razones, Burriciego ha ido a la Tierra sin su permiso y encima va a dejar a los protozoos mal con tanta tontería. Además, Mylola es su ojito derecho...
protoZeus entonces le revela a Burriciego la verdadera naturaleza de miel mezclada por el trueno a la luz del relámpago de Mylola para que espabile, pero eso hace que el protozoo se condene a la indecisión eterna. Es perfecta para él siempre y cuando supere su indecisión.
Y allí está el castigo, en la eternidad de tal temer, puesto que, enamorado, cuando Burriciego se acerca a Mylola, esta se aleja, pero la distancia se mantiene; y cuando se aleja de ella, Mylola se sigue alejando, y la distancia aumenta exponencialmente. Todo por culpa del incordio al que antes había sometido al óvulozoo y a su brutal capacidad de indecidirse, y a que Mylola no tarda un telediario en decidir que pasa del cachirulo este...
Claro, Burriciego, que se cree muy listo, va y se para... entonces es cuando ve desaparecer en lontananza a Mylola... Bye! Bye!
La indecisión ahora es perseguirla o no, puesto lo que parece seguro es que no conseguirá fecundarla, pero el dolor que siente por la excitación le va a obligar a expulsar de su cuerpo la semilla que llevaba preparada al efecto de la fecundación so peligro de pudrirse indecidiéndose, así que en un momento dado, el protozoo inunda la tierra de semilla...
Esta semilla puede verse todavía en la faz de los indecisos, que mientras deciden o no algo, se la van quitando de la piel acariciándose el mentón... Hay decisión si el indeciso se frota finalmente toda la semilla del jeto...
El mito no aclara si la fecunda o no, si cuando la fecunda, Mylola aborta o no, y si cuando aborta (si abortare), quién paga el tema: el óvulozoo, más tieso que la mojama, el protozoo, tan indeciso como indecidido a hacerlo; o el protoZeus que, al fin y al cabo, es el más forrado de los tres...
Y no lo aclara porque de momento el imbécil del protozoo no se ha decidido todavía...
Mientras, ella sigue alejándose...
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El gatuperio pseudomítico
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