miércoles, 27 de febrero de 2008

Arrepentimiento

Sé que el arrepentimiento no consiste en renunciar, consiste en abandonar.

Sé que «arrepentirse» es además un verbo púramente pronominal. Uno no puede arrepentirse más que de sus propios actos, palabras o pensamientos. No es posible arrepentir a otro de lo que pueda haber hecho, dicho o pensado; eso es absolver.

Y yo, que ya no soy yo ni me reconozco ahora, ¿puedo arrepentirme? ¿Puedo absolverme?

¿Y qué hago con la angustia? ¿De qué voy a alimentar este gusano que me mantiene y me informa?

¿Y qué hago con el tedio de existir? ¿Puedo pintarlo de tristeza?

¿El refugio de la coherencia se derrumba cuando uno se arrepiente?

Y si lo hago, ¿volverá a anidar alguien en mí?

Y, a la pregunta, cualquier marcaje temporal procede y excede a un tiempo, porque sucede que quien accede a absolverme no retrocede ante mi culpa, ni se arrepiente de ser quien intercede entre este «yo» que se sobrexcede y el que le antecede, es realmente quien me concede el crédito que le precede para que yo entienda de una vez que mi vida cede...

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El gatuperio obnoxio

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