Podría decir que no y sería que sí. Y no pasaría nada.
Podría decir directamente que sí, y seguiría sin pasar nada.
Podría ir negándomelo por calles y esquinas, y nada...
Pero todo eso sería equivalente a decir que ya lo tengo claro, y que cuando llegue el momento y me hagan la pregunta podré contestarla sin titubear, y podré responder con la intención necesaria y precisa para que ninguna de mis huestes dude y recule o se envalentone y se precipite.
Pero no es así. Mis filas están repletas de disensiones y alguno de mis flancos ha perdido la verticalidad en su intento de afianzar la posición.
Y para colmo esta es una batalla que no vamos a librar porque aunque mis generales puedan mirar a los ojos de los suyos y entrechocarse, al final siempre miro al oeste y me pregunto qué estoy haciendo aquí y qué me está pasando ahora...
A lo mejor, además de serme sincero es el momento de vaciarme los bolsillos de azufaifos de loto.
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El gatuperio errático
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