pensando que si la bóveda no fuera celeste, podría tener otro color, lógicamente.
¿Pero qué bóveda sería? Porque siendo celeste no es celeste, ni celestial.
Así pues, las cosas son como queremos que sean, pero no todas. Porque algunas son como no queremos que sean, y por mucho que queramos no dejan de ser lo que son ni son lo que queremos que sean porque siguen siendo como son...
Entonces, a ojo de pandador, sucede que las cosas no son lo bastante curvas, y la bóveda, ahíta de estrellas, prosigue aconteciendo.
Ya empiezo a creer que no vale la pena que el lamento llegue hasta los propios oídos, uno podría enterarse de que a lo mejor se queja de cosas que no merecen ser curvas ni son del color con que las pintaría en una postal.
A callar. Hasta convencerme. Siempre.
En el fondo, siempre dibujé peor de cómo lo pinté...
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El gatuperio astrolábico
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