jueves, 21 de agosto de 2008

La puerta que comunica


Yo sé dónde da. Yo sé cómo llegarla. Yo sé dónde está y de qué color es el cielo tras ella...

Podría conseguir su llave, romper sus telarañas y abrir su candado, pero rompería el secreto que me confiaste con tu lengua de ganzúa cuando las cadenas eran mis labios...

No, no me vale abrirla. Las moscas que alimentan esas arañas son espías de aquellos besos que no nos dimos y que todavía nos sobrevuelan, esperando un cambio de guardia o un recuento de control erróneo...

No, no me vale abrirla para que luego no quepas entre el umbral y el dintel, o para que pases pero te dejes las yemas de los dedos en el quicio y me engrases los goznes con tu sangre de horchata tintada...

Confórmate con verla cerrada, si la abro verás por qué no recomiendo a nadie habitar ninguna parte más tiempo del necesario...

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El gatuperio cancerbero

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