domingo, 4 de mayo de 2008

Aquí, allí... Allá

Si hay algo que me enfada es ver desde mi orilla otras orillas y no poder llegar a ellas por mis propios medios.

Uno podría creer que sólo me molesta saber que la imposibilidad reside en mí, pero nada más lejos de la realidad, eso está en fase de asunción; lo que molesta es saber que mi mismo mar castiga esas orillas y que no me es dado llegar a ellas, aunque no quiera ni pueda.

Entonces me pregunto de qué me sirve saber sin la oportunidad del poder.

Los ojos que no ven no saben; los ojos que ven y que saben, deben cuidar lo que saben, y si otros ojos ven a su través deben cuidar que lo que ese través pueda hacer saber no sea más que lo que debería saberse en caso de poder ver directamente.

Aunque su formulación pueda ser complicada es muy sencillo: no quiero saber nada de todo aquello con lo que no pueda interactuar, independientemente de si quiero o no; de si mi voluntad es esa o no; de si mi necesidad es esa o no.

Otra manera de decirlo es la que trata de la realidad y su visión: que nadie me pida otra digestión de la realidad que la pueda tener desde aquí. No tengo por qué ir invitado a lugares para luego, ante sólo la mera oportunidad y sin haber optado por nada, tener que volver a un punto medio.

Porque la realidad no es única ni objetiva, y todos la digerimos desde nuestro aquí, que en caso ajeno siempre es allí, incluso allá cuando coinciden dos o más aquí...

No, no quiero que nadie me obligue a ir hasta su aquí para luego, una vez explorado, echarme y no permitirme volver al mío, pretendiendo un mi esfuerzo de digestión en un lugar objetivo que no existe.

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El gatuperio fadado

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