Realmente, lo único que me importa de mis reyertas entre Razón y Corazón es que esas son siempre una lucha contra uno mismo, estériles y de victoria yerma.
Por mucho que uno se luche, siempre pierde, incluso cuando gana.
Sí, venza quien venza, no me quepa duda de que al orgullo de caminar flagelado tarde o temprano le seguirá la sombra del remordimiento, una sombra que acabará cubriéndolo todo porque la luz que la origina no podrá mantener su fulgor más allá de la melancolía que exuden las heridas cuando no se les aplique la suficiente anestesia.
Y si eso no sucede, da igual, tengo por seguro que las cicatrices de tal batalla son ya próximos estigmas que otros enemigos sabrán leer en pro de su fe... ¿A qué desafiarlos pues?
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El gatuperio litigante
Por mucho que uno se luche, siempre pierde, incluso cuando gana.
Sí, venza quien venza, no me quepa duda de que al orgullo de caminar flagelado tarde o temprano le seguirá la sombra del remordimiento, una sombra que acabará cubriéndolo todo porque la luz que la origina no podrá mantener su fulgor más allá de la melancolía que exuden las heridas cuando no se les aplique la suficiente anestesia.
Y si eso no sucede, da igual, tengo por seguro que las cicatrices de tal batalla son ya próximos estigmas que otros enemigos sabrán leer en pro de su fe... ¿A qué desafiarlos pues?
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El gatuperio litigante
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