Que la vida tiene ciertas sonrisas es algo harto sabido. Son momentos en que el encanto de unos labios y el embrujo de una mirada conllevan la conciencia de lo indeseado como inevitable. Y saber que no puede ser le confiere a todo ello un halo de senda torcida pero placentera a la que es difícil resistirse.
Y como tiene sonrisas, tiene guiños y mordiscos y lágrimas... Tiene cadenas invisibles e inasibles que impiden toda huida de la realidad. Tomar conciencia de todo esto es complicado hasta que no se acepta como válido el hecho inicial. Entonces lo duro es enderezar la senda y retomar el camino que debe conducir hasta las metas de la existencia (y no quisiera que de esta última proposición se llegara a inferir que existencia y vida se equivalen y corresponden de manera simétrica; es fundamental para comprender correctamente estas líneas).
Obstinarse en sonrisas (o guiños o mordiscos o lágrimas) no conduce más que al fracaso, entendido como un situarse fuera de la tierra pisoteada de la senda y pisar la hierba que el rocío de todo lo nuevo empapa; porque obstinarse es no aceptar una parte de la realidad; y quien no acepta no da, y, por lo tanto, tampoco recibe.
El hecho de la resignación es un atajo que en contadas ocasiones une el pasado y el futuro de la propia experiencia vital, pero normalmente se queda en un mero parche del presente que tarde o temprano se revelará inútil. Todo lo que conlleva la circunstancia no tiene por qué ser bien recibido, pero no debe ser jamás rechazado, al fin y al cabo la circunstancia es uno mismo y uno mismo es la circunstancia.
Y de nada sirve esquivarse.
- - -
El undécimo gatuperio tras el día
Y como tiene sonrisas, tiene guiños y mordiscos y lágrimas... Tiene cadenas invisibles e inasibles que impiden toda huida de la realidad. Tomar conciencia de todo esto es complicado hasta que no se acepta como válido el hecho inicial. Entonces lo duro es enderezar la senda y retomar el camino que debe conducir hasta las metas de la existencia (y no quisiera que de esta última proposición se llegara a inferir que existencia y vida se equivalen y corresponden de manera simétrica; es fundamental para comprender correctamente estas líneas).
Obstinarse en sonrisas (o guiños o mordiscos o lágrimas) no conduce más que al fracaso, entendido como un situarse fuera de la tierra pisoteada de la senda y pisar la hierba que el rocío de todo lo nuevo empapa; porque obstinarse es no aceptar una parte de la realidad; y quien no acepta no da, y, por lo tanto, tampoco recibe.
El hecho de la resignación es un atajo que en contadas ocasiones une el pasado y el futuro de la propia experiencia vital, pero normalmente se queda en un mero parche del presente que tarde o temprano se revelará inútil. Todo lo que conlleva la circunstancia no tiene por qué ser bien recibido, pero no debe ser jamás rechazado, al fin y al cabo la circunstancia es uno mismo y uno mismo es la circunstancia.
Y de nada sirve esquivarse.
- - -
El undécimo gatuperio tras el día
No hay comentarios:
Publicar un comentario