lunes, 15 de diciembre de 2008

La caza del cazador

Y llegaste. Te escurriste hasta mi apostadero porque, confiado en tu habitualidad, no reparé en el peligro de tus ojos ni en la posibilidad de un ataque tan nocturno.

Y atacaste, con las garras retraídas para no herirme mientras entreabrías los labios para inocularme tu veneno. No hubo posibilidad de respuesta. Vacié mi cargador de besos y abrazos, pero tu mirada me dirigió una sonrisa definitiva...

Y me cazaste. Y para que otros supieran que me habías cazado tuve que mostrar mi piel desde los barrotes de esta jaula.

Y ahora que ya no cierras la puerta no sé hasta cuándo sobreviviría sin volver al calor de tu regazo.

- - -

El gatuperio perio

No hay comentarios:

Publicar un comentario