De entre los restos del naufragio podrán salvarse las hélices de mi destino, pero a buen seguro requerirán tales trabajos de recuperación que mejor sería dejarlas allí donde estén para que el sedimento del olvido concluya su trabajo y sepulte todo recuerdo espirado.

Esto, algunas noches, es lo que vengo pensando de un tiempo a esta parte, pero, no sé por qué, lo cierto es que todavía no he armado nuevo barco.
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El gatuperio lodiento
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