Me dijeron que las cosas no serían así; que me despertaría un día habiendo conseguido un lugar que nadie más conocía y el recuerdo dulce en los besos de millones de labios, feliz todavía de abrazos chillados y detalles cómplices como cafés a media mañana, hojas caídas surfeando sobre ráfagas de viento o rayos de luz entre nubes...
Y las llaves de ese lugar las tenía yo y nadie más que aquellos que yo quería podían llegar hasta allí y estarse, atesorados con mimo y consentidores hasta la saciedad, depositarios de mi amor, mi amistad y mi cariño.
Me lo creí. Como creí que nunca vería tu espalda más lejana que a tiro de boca o tus pasos alejándoseme. Como aún lo creo. Como lo creeré siempre aunque mis manos vuelvan a su invierno de bolsillos mientras el regosto de tu sonrisa se aleja contigo.
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El gatuperio rizoso
Y las llaves de ese lugar las tenía yo y nadie más que aquellos que yo quería podían llegar hasta allí y estarse, atesorados con mimo y consentidores hasta la saciedad, depositarios de mi amor, mi amistad y mi cariño.
Me lo creí. Como creí que nunca vería tu espalda más lejana que a tiro de boca o tus pasos alejándoseme. Como aún lo creo. Como lo creeré siempre aunque mis manos vuelvan a su invierno de bolsillos mientras el regosto de tu sonrisa se aleja contigo.
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El gatuperio rizoso