martes, 15 de junio de 2010

Promesas

Te miro con los ojos amargos del que siente culpable de nada. Me miras con los ojos dulces del que se sabe inocente de todo.

Un cielo gris rompe lo que no se rompe y empieza a llover sobre donde no puede llover.

Me doy cuenta de que lo que estaba vacío no estaba vacío.

—Pues no, no lo estaba.
—¿Y qué había?
—Tu promesa de llenarlo.

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El gatuperio roto

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