lunes, 2 de agosto de 2010

Tras los puntos suspensivos

Tras los puntos suspensivos existía el infinito; era cuando te ensortijaba los cabellos con los dedos mientras te besaba lárgamente las comisuras y el cuello. Y tu sonrisa era una sonrisa, y tus brazos me sostenían para no caer en él.

Todo ello era apreciable porque me concentraba en señalizar los caminos de tu espalda en un intento de recorrerlos con los otros dedos sin pasar dos veces por una misma encrucijada, convencido de que por algún lugar se llegaba a alguna parte.

Tras los puntos suspensivos existía ese lugar, desconocido y agradable, una estación terminal en la que descubrir nuevas sensaciones y apacentarse a la vera del tiempo sin que su fluir preocupara nunca más.

Yo lo ví, yo lo vi como veo ahora que nunca habría podido llegar a él solo y sin ayuda, y que todas las cartas, los planos y los mapas que llevaban allí eran billetes dobles...

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El marear del gatuperio

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