Siempre fuiste una playa. Con una orilla entre los pinos y el mar, y olas suaves, y arrullos al norte de poniente.
Pero así como tenías una arena blanca y fina, no era tuya. Y a años hubo más, y menos. Y esa orilla cuajada de ojos de santa Lucía avanzaba y retrocedía a la medida de los caprichos del invierno.
Siempre fuiste la playa en la que les crecían las piernas a las sirenas y los cangrejos ermitaños podían dejar los zapatos a la puerta de sus caparazones cuando se retiraban a dormir..
Por eso, ahora que paseo por aquí se me clavan algas secas cada vez que recuerdo que sigo solo...
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El gatuperio paguroideo
Dios!!!!! Cómo atreverme a comentar semejante gatuperio...
ResponderEliminarMe lanzaré a la osadía sin más: precioso, sublime, incluso sin la foto la descripción hubiera llegado igual al fondo de mis retinas y mi corazón.
Si vuelves, guárdame un ojo de Sta. Lucía y un pedacito de alga seca.
Una peliteñida emocionada.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMaldito gatuperio, sabe demasiado lo que se dice...
ResponderEliminarVa y la borra...