martes, 11 de agosto de 2009

Extraños

Con el agua hasta el ombligo y los pies enterrados en la arena me dijiste que eras una extraña. «Me da igual, más adelante serás una extrañada» contesté.

Y sucedió que mientras te secabas sobre la toalla a la luz del atardecer, te empecé a extrañar. Y mientras te sacudías la arena de los pies; y mientras ponías mar de por medio...

Y esa noche, mientras el sueño me engañaba y me convencía de que aún seguías a mi lado, te extrañé por completo.

¿Y qué me queda ahora? Saber que los dos teníamos razón, solo que tú eres capaz de hablar en presente y yo lo confundo con el futuro.

Mejor así.

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El gatuperio desentrañante

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