viernes, 28 de agosto de 2009

Miedo, distancia y querencia

El miedo es una perturbación del ánimo. La distancia es el intervalo de tiempo o lugar; quedémonos con el lugar. El miedo a la distancia no es más que la perturbación que provoca en el ánimo el intervalo de lugar y su efecto sobre la querencia, que podemos entender como el apetito por el otro.

—¿Qué otro, gatuperio?
—Otro. Otro otro. Un otro empático y simétrico asomado a un espejo que no le refleja sino que le devuelve un gatuperio...

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El gatuperio temeroso

jueves, 27 de agosto de 2009

Simetría

La conmensuración y proporción de unas partes con otras y, también, en relación al todo, es lo que comúnmente se entiende por simetría.

La simetría implica un eje simétrico que ordena el espacio a partes iguales y por cuya doblez los cuerpos se superponen en puntos análogos.

Esos puntos análogos presuponen atributos semejantes en seres diferentes.

Afirmar «El gatuperio creía ser tan diferente» no implica que ahora lo sea o no, o que haya dejado de creerlo, pero sí denota que se halla en plena digestión y búsqueda de analogías...

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El gatuperio estudiante del reflejo del espejo

martes, 25 de agosto de 2009

Depredadoras


Ahí, escondida entre el canto del agua, se halla la criatura que devoró al gatuperio en milisegundos...

Su proceder fue realmente rápido. Con la mirada de sus ojos le inoculó un tan potente tranquilizante que lo dejó fuera de combate hasta que lo tuvo rodeado con sus brazos; luego, unas leves carícias por la espalda hicieron que el gatuperio empezara a metabolizarse interiormente en una especie de caldo que ella empezó a sorberle a besos a través de la piel del cuello; mientras, iba despojándolo de todo ropaje no comestible y lo iba colocando en decúbito prono sobre su propio supino. Finalmente, tras sacudirlo un poco, el gatuperio sobrevino...

Y mientras ella se relame, satisfecha, los recuerdos de entre la comisura de los labios, él, melancólico, va a tardar años en digerirla...

Aunque este es el triunfo del gatuperio, hacer saber a sus depredadoras que pese a que puedan devorarlo, quien digiere es él...

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El gatuperio constrictor

lunes, 24 de agosto de 2009

Penúltimo diálogo

Sucede en un aeropuerto de juguete. Él se va; ella se viene. Han pasado juntos un fin de semana largo de agosto contando arabescos.

—Sólo he utilizado una tercera parte de la ropa que traje. Fíjate, me he puesto tres pantalones y llevaba cinco, más los tejanos. Y lo mismo con las camisetas y la ropa interior.
—Ya, por eso la maleta te revienta...
—No, ahí van los besos que no te he dado...
—¿Sí? ¿Y por qué no los has dado todos?
—Si no me ha dado casi tiempo...

En ese momento el chico que facturaba esbozó imperceptible una leve sonrisa y pensó mientras ellos se besaban: «Ni tan solo ha pestañeado...»

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¿Quién no pestañeó? ¿Él? ¿Ella?

Tal vez hay gente que de simétrica no necesita conocerse más...

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El gatuperio ante el espejo

viernes, 21 de agosto de 2009

El palacio de Aixa

Tiene caminos de manzana por los que perderse una y otra vez, renuentes legendarios a cualquier cartografía.

Tiene patios con fuentes y canales y losas de mármol de fría luna, llenos del rumor de acequias lejanas en los que se bañan leones de piedra que, lentos pero inapelables, despedazan y desgarran cualquier atisbo de impaciencia.

Tiene puertas dulces que se abren con la yema de los dedos y que guardan desahogos secretos y placeres solitarios, flanqueadas por eunucos celosos del filo de sus alfanjes y cimitarras y del aroma a rosas del pubis que despide su soledad.

Tiene la sonrisa plagada de estrellas y cometas, y sonríe cuando consigo cerrarle los ojos con el beso de mi ansiedad. Sonríe tanto, tanto...

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El gatuperio fátimo

martes, 18 de agosto de 2009

La campana

Esta es la campana que mata mis tardes de agosto.


Desde su campanario, con la precisión del que no tiene corazón, habla inexorable palabras cortas y profundas que describen un tiempo que no va a volver y que no hemos vivido lo suficiente.

Esta tarde angosta, de sol pegajoso y aire esquivo no va a tener más piedad que otras tardes, ni menos...

Algunos atardeceres, de puro rojo, casi me convencen de que las toca un demonio con cuerpo de sacristán...

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El gatuperio impaciente

Des(a)tino

La omisión de los hechos no nos libera de la acción. Ni por un solo momento nos quedamos libres de obrar.

Bhagavad-gita, (Canto tercero)

¿Qué es la acción? ¿Qué es la no acción? Estos interrogantes son los que turban con frecuencia a los sabios. Hay que poner toda la atención para obrar. Hay que poner toda la atención para no obrar. Hay que estar atentos, porque en lo más profundo de la no acción puede estar también la esencia del acto.

Bhagavad-gita, (Capítulo cuarto)

El filósofo del tercer banco pregunta: «¿Significa eso que que te quieran o no te quieran, no dejan de quererte?»

El alborotador hexadecimal afirma: «Sí o sí y solo sí querer es querer.»

El gatuperio corre, y corre y corre, no vaya a ser que le atrape el destino en su quinta jardinequipada.

...Pero tampoco quiere correr demasiado, oiga. Lo mejor es que lea en los ojos de los ojos con que sueña...

Y en eso está...

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El gatuperio zweig

domingo, 16 de agosto de 2009

Pan

De cuando cuando en cuando me lees con ojitos de dameunbeso.

A lo mejor el brillo de tus ojos me permite verte sobre el horizonte esta noche.

A lo mejor te disfruto en la soledad de mis sueños, y con la humedad de tu recuerdo y la harina de mi deseo te hago pan.

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El gatuperio rescatatextos

Olvidos

Es muy posible que poco a poco me desdibuje. La semana que viene no sabrás de qué color son mis ojos, y al siguiente habrás olvidado el calor de mis caricias.

Y me da igual.

Realmente, me da igual. Yo haré lo mismo. Porque es ley de vida. Y me dedicaré a no olvidar ciertas cosas: tus manos sobre mi vientre, el calor de tus labios en mi cuello, tu respiración entrecortada... Tu sonrisa expandiéndose...

Y cuando alguien me pregunte sobre ti, solo podré responder con eso. Y me bastará

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El gatuperio graciado

sábado, 15 de agosto de 2009

Un sábado azul

Esta mañana de sábado azul removía el café pensando en qué rincón de entre mis sábanas te habías escondido, y se me han ocurrido cientos y cientos. Esta noche no te me escaparás, por mucho que juegues a decirme que realmente ya cruzaste el mar y que busque tu rastro entre las olas.

No. Yo sé que las velas de ese barco no las infló el levante ni las quiso desgarrar la tramontana, y que en su navegar mediterráneo no tocaste más puerto que el que ahora ilumina el mismo faro que me permite empezar a escribir estas líneas.

Yo sé todo eso.

Y más ahora que he descubierto que el horizonte puede estar en cualquier dirección, y no sólo hacia levante...

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El gatuperio argántonico

jueves, 13 de agosto de 2009

Cierra los ojos

Me dijiste: «Mira al cielo»
Y el cielo estaba cubierto de estrellas.

Me dijiste: «Mira la orilla»
Y la orilla estaba cubierta de espuma.

Me dijiste: «Cierra los ojos»
Y me cubriste el cuerpo de besos.
Y me hiciste un amor con el que ir a misa de domingo.

—¡Soy melibeo!— grité por si las moscas.
—¿Qué significa?
—Melibeo soy porque en Melibea creo...

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El gatuperio celestino

miércoles, 12 de agosto de 2009

Introspección

La Sala es grande, inmensa. Hay un banco justo en medio.

—Póngase en pie el acusado.

Me levanto y miro al juez. Es mayor.

—¿Es usted el «Gatuperio... Ataráxico»?— pregunta arrastrando la última palabra.
—Sí.
—¿Sabe que se le acusa de estar enamorado?
—Algo he oído. Yo solo escribo. ¿Acaso eso es delito?
—No, en sí mismo no, pero es que además resulta que usted lo proclama a los cuatro vientos... ¿Qué arguye en su defensa?
—Un cambio de verbo estativo por uno permanente...
—Explíquese— resopla el juez.
—«Esté» o no «esté» enamorado, «soy» un enamorado. Si le digo que «estoy» enamorado a lo mejor me dura dos segundos. Si le digo que «soy» un enamorado, le estoy diciendo que lo seré para siempre...
—¡Adúltero!— grita un filósofo escondido en el tercer banco...
—¡Orden! ¡Orden!— dice el juez secamente mientras gesticula con la mano derecha pidiendo silencio —La pena para los que están enamorados es muy dura. ¿Por qué ha escrito cosas tales como «cada vez que me llene el pecho de tus sábanas», «por pijama tuve tu piel», «observarte felizmente en silencio» o «mientras te secabas sobre la toalla a la luz del atardecer, te empecé a extrañar»?
—Señoría, eso no es más que una introspección...
—Habla con palabras normales, ¡cobarde!— grita un alborotador hexadecimal a lo lejos...
—¡Orden! ¡Orden!— vuelve a decir el juez mientras gesticula con su mano derecha pidiendo silencio —La próxima vez desalojaré la Sala. Prosiga.
—Quiero decir que sí, que mi cuerpo está experimentando un cierto goce en la contemplación objetiva de ciertos hechos y situaciones en relación a una determinada persona...

De repente el alborotador hexadecimal se desmelena y ataca fieramente al alguacil más próximo, distrayendo a toda la Sala, momento que aprovecha el filósofo para liberarme...

Echamos a correr, poniendo tierra de por medio...

A media carrera se me gira uno y me dice: «Con lo fácil que es decir que la chica te gusta...»

—Mira que os lo he dicho, que todo es un ejercicio de introspección...

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El gatuperio manumiso

martes, 11 de agosto de 2009

Extraños

Con el agua hasta el ombligo y los pies enterrados en la arena me dijiste que eras una extraña. «Me da igual, más adelante serás una extrañada» contesté.

Y sucedió que mientras te secabas sobre la toalla a la luz del atardecer, te empecé a extrañar. Y mientras te sacudías la arena de los pies; y mientras ponías mar de por medio...

Y esa noche, mientras el sueño me engañaba y me convencía de que aún seguías a mi lado, te extrañé por completo.

¿Y qué me queda ahora? Saber que los dos teníamos razón, solo que tú eres capaz de hablar en presente y yo lo confundo con el futuro.

Mejor así.

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El gatuperio desentrañante

lunes, 10 de agosto de 2009

Nombres

Cada cosa tiene su nombre. Hasta que no la tiene, no existe. No existe nombre sin cosa.

Por tanto, esto que nos ha pasado a ti y a mí no ha pasado porque cada uno parece haber huido isófenamente de cualquier nombre.

Entonces, desengañémonos: no hubo ni besos de cerveza ni abrazos, ni paseos a la luz de la orilla por la luna, ni dudas sobre si el día siguiente habría fermentado el sabor de tu boca... Tampoco hubo desafíos al exponerlas, ni miedos al comprobarlas.

No, te amó otro y otro te arrancó el agua de las entrañas mientras recorría los caminos de tu espalda caracoleándotela con sus yemas mientras un otro otro te besaba.

No hubo nada porque todo nos fue suficiente para no necesitar ser nombrado. Incluso su noticia es falsa.

Y sin embargo, cada vez que me llene el pecho de tus sábanas recordaré que por pijama tuve tu piel y que no fui más capaz de dormir con ella que de observarte felizmente en silencio, mientras nuestros cuerpos proseguían con su diálogo.

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El gatuperio insomne

Bajo la concha

En la playa, bajo una concha encontré la boca de una botella enterrada, cerrada con un tapón de corcho. La desenterré, le sacudí la arena y la limpié cuidadosamente. Cuando miré al trasluz pude observar como en su interior se acartonaba un papel. Abrí la botella, lo saqué, y ahíto de emoción contemplé largamente unos dibujos que había, maravillosamente finos y seguros de trazo. Casi al final, leí estas palabras: «En la playa, bajo una concha encontré la boca de una botella enterrada...»

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El gatuperio a cinco voces

jueves, 6 de agosto de 2009

Diálogo corroblero

—La ataraxia es un estado de serenidad que dimana del alejamiento de cualquier estado pasional. Esa serenidad permite un análisis de la vida cuya finalidad última, en el caso de quien dice, debe ser conducirse por el camino más tranquilo posible.
—¿Y a dónde lleva ese camino?— pregunta una voz.
—Pues dónde no estés tú ni ninguno del resto.
—Ya. De ahí lo de «gatuperio»...

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El gatuperio chispo

lunes, 3 de agosto de 2009

No more I piruls you

No te engañes. Puedo aceptar que me engañes a mí, e incluso al resto. Pero me niego a creer que seas víctima de tu propio embuste.

Me niego. No es posible. Esa filfa no te pasa por la tráquea.

A lo mejor la llave que cierra tus ojos no es la misma que cierra tu insomnio. Rebusca bien en tus faltriqueras, tal vez compartan doble fondo con tu hipocresía.

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El gatuperio melao

domingo, 2 de agosto de 2009

Siempre fuiste una playa

Siempre fuiste una playa. Con una orilla entre los pinos y el mar, y olas suaves, y arrullos al norte de poniente.


Pero así como tenías una arena blanca y fina, no era tuya. Y a años hubo más, y menos. Y esa orilla cuajada de ojos de santa Lucía avanzaba y retrocedía a la medida de los caprichos del invierno.

Siempre fuiste la playa en la que les crecían las piernas a las sirenas y los cangrejos ermitaños podían dejar los zapatos a la puerta de sus caparazones cuando se retiraban a dormir..

Por eso, ahora que paseo por aquí se me clavan algas secas cada vez que recuerdo que sigo solo...

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El gatuperio paguroideo