lunes, 14 de septiembre de 2009

Llueve

La lluvia de final de verano me cambia la luz del sol por una intensa fragancia a tierra mojada. Por todas partes, como un ejército en una maniobra envolvente, cerrando cada salida y escapatoria, cerniéndose inapelable como un halcón, imparable. Todo, todo es olor a tierra mojada.

Tierra mojada pero todavía caliente de un sol escondido y secuestrado tras las nubes.

Tierra mojada pero ya seca en sus capas más superficiales, que huele a la podredumbre del recuerdo de lo que fue.

Tierra mojada y revivida escaso tiempo, tal vez sólo para que no muera ni se desmenuce con el paso de los días.

La lluvia de final de verano es violenta, abundante y complicada de guarecer. Y muy muy rencorosa, envenenada por la furia de no ser la primera de otoño...

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El gatuperio que escampa

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