sábado, 26 de septiembre de 2009

Prinal

Miro como las gaviotas picotean tus huellas en la arena de la bajamar; se apresuran porque saben que el agua se llevará todo aquello que haya surgido tras tus pasos. Un marinero retirado, superviviente, harto de fumar en su pipa el tabaco del recuerdo, pasa entre cuadernas y quillas naufragadas, donde a veces relucen tesoros a la luz del ocaso. Los desdeña y se aleja consciente de que lo que el mar reclamó no lo devuelve. Algunas parejas caminan por la orilla, mojándose los pies a intervalos de ola, vestidos con el manto dorado del atardecer sobre el horizonte, mientras las gaviotas disputan cuanto consiguen llevarse de ti...

Siento la melancolía de una interminable marea y la infinita soledad de una paciente playa que sólo espera que el mar deje de cortejarla para hacerle un amor de otoño...

Siento la tristeza del que intuye que hay cosas que se acaban y siento la alegría del que espera impaciente todo inicio. Siento como finalmente todo gira y todo rueda, de tal manera que a medida que te acercas vas abriendo los brazos y recortando los pasos, hasta juntar tus pies con los míos y estrecharme en tu regazo. Y las gaviotas echan a volar, el marinero enfila el camino de vuelta a casa y las parejas se besan, en un final que es un principio.

Buscaré un carpintero de ribera y desde esas mismas barcas desembarcaremos en todas las playas...

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La urgencia del gatuperio

martes, 22 de septiembre de 2009

Inicio del final

El gatuperio se plantea muy seriamente su existencia. Nació para una finalidad muy concreta y exacta: decir las cosas que no decía a nadie. Y que nadie se diera por enterado.

Y empezó a decir. Al principio no fue leído más que por él mismo. Hubo algún que otro devaneo y aprendió una lección muy importante: quiérete a ti mismo. Luego pudo ser su momento, pero no se quería demasiado y sucedió que huyó de su propia sombra. Y nadie le hacía caso. Estuvo mucho tiempo hasta que consiguió hacerse caso.

Ahora resulta que nadie quiere dejar de ser nadie y todas quieren ser alguien, pero ya hay alguien que es alguien y ese sitio no está en liza. Y ese alguien no era nadie porque en ese momento ya era alguien.

Entonces este gatuperio ya no necesita decirle nada a nadie, necesita decirle todo a alguien. Y eso es difícil hablando un idioma harto de rencor, rabia y mala entraña.

Muy difícil...

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El estertor del gatuperio

jueves, 17 de septiembre de 2009

Soy así

Llevaba un tiempo queriendo enamorarme de alguien cuya existencia se presumía imposible, pero esa era una mentira que no tardó en saberse cuando apareció ella. Entonces todos me señalaron con el dedo de la obligación y el deber. Estúpidamente me fijé en el dedo y no en la dirección que apuntaba, por culpa de un amor propio que se desbordó como un río tras una tromba.

Hasta en eso soy así. Y en esas estamos.

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El gatuperio erio

lunes, 14 de septiembre de 2009

Llueve

La lluvia de final de verano me cambia la luz del sol por una intensa fragancia a tierra mojada. Por todas partes, como un ejército en una maniobra envolvente, cerrando cada salida y escapatoria, cerniéndose inapelable como un halcón, imparable. Todo, todo es olor a tierra mojada.

Tierra mojada pero todavía caliente de un sol escondido y secuestrado tras las nubes.

Tierra mojada pero ya seca en sus capas más superficiales, que huele a la podredumbre del recuerdo de lo que fue.

Tierra mojada y revivida escaso tiempo, tal vez sólo para que no muera ni se desmenuce con el paso de los días.

La lluvia de final de verano es violenta, abundante y complicada de guarecer. Y muy muy rencorosa, envenenada por la furia de no ser la primera de otoño...

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El gatuperio que escampa

sábado, 12 de septiembre de 2009

Puntos de no retorno


Este es el punto de no retorno. Uno de tantos. Lógicamente es de salida; sin salir no es posible retornar.

Cuando uno se halla ante él, le suceden una serie de pensamientos vertiginosos, una suerte de película vital montada con vivencias y recuerdos que van a devenir en míticos tras superar ese umbral. Entonces es cuando las decisiones toman cuerpo y se convierten en adversarios temibles contra los que luchar o morir lejos del coliseo de la indiferencia en el que generalmente vegetan los apocados. Y la lucha es siempre desigual porque no hay armadura que proteja del remordimiento, la nostalgia o la tristeza.

Este es el punto de no retorno tras el que se halla la alternativa a nada, porque nada tiene alternativa aunque no sea alternativa de nada (a alguna le convendrá leer este punto varias veces hasta comprender correctamente el juego entre las negaciones).

Este es el punto de no retorno cuya otra parte tiene escrito «entrada», aunque traspasarlo en dirección contraria no lleve hasta este mismo lugar, por eso, espérame fuera y no me salgas al camino, no vaya a ser que te me pierdas...

[...]

—¿Perderme? El perdido eres tú, gatuperito. Un día te levantarás, si aún no lo has hecho, y sabrás que ha empezado el principio del final.
—¿De qué final?
—Debe de haberte pasado ya, cuando has visto el punto de no retorno...

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El gatuperio praepunto

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Vuelves

Vuelves con preguntas. Recuerdo perfectamente cómo te alejabas entre los reflejos del asfalto y las farolas macilentas de la noche cerrada...

Entonces todavía creía que las mallas de las redes que te había tirado eran demasiado grandes y que por ello te escapabas una y otra vez... Y lo creí durante mucho tiempo, hasta que me di cuenta de que realmente el problema era que no nadabas en esas aguas. Por eso lo dejé estar, varé la barca y esperé pacientemente a que pisaras otra vez mi playa. Mordí la pipa durante mucho tiempo y me fumé todo tu recuerdo varias veces...

Y ahora que me preguntas qué recuerdo de esa noche de cerveza y humo, sólo pienso en cada uno de los tatuajes que me hice para borrar las huellas de tus caricias en mi piel...

Y me maldigo por ello.

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El gatuperio arrepentido

domingo, 6 de septiembre de 2009

Huir

Cuando decidas huir de lo que antaño fue tu orilla tranquila, piensa que a lo mejor hay demasiado oleaje en tus otras playas y la marea se te está comiendo por los pies. Y de nada te va a servir saber nadar porque no guardaste la ropa.

Y todos te verán tan desnudo que la vergüenza acabará por rematarte.

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El gatuperio mojado

jueves, 3 de septiembre de 2009

Borbores


Lento, recuerdo la manera en que mis dedos se entrelazaban con los tuyos mientras nos cogíamos el paso cuando pasábamos junto a la fuente, y como aprovechaba para apretarte contra mí en los semáforos cercanos hasta que nos daban verde; y entonces, a la carrera, nos preocupábamos más de no soltarnos que de cruzar a tiempo.

Pienso también en ese sol a plomo de última hora de la mañana que me anticipaba una siesta relajada tras recorrer por infinita vez tu espalda vestida de rosarios quedos al vaivén de las sábanas. Más que nada, pienso en tus ojos perdidos una vez llegada; abandonados a los misterios gozosos fuera el día que fuera...

Ahora creo que pensar ya no duele como dolió, pero me encanta ese sabor zafarí que tiene recordar los momentos de sombra sentados en un banco viendo pasar la tarde mientras recuperábamos el resuello...

Al final, la fuente sigue igual de lejana, pero no deja de manar ni por un instante, refrescando el recuerdo...

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El gatuperio praefonte

Ultrantier

Ultrantier, a traición, me preguntaste si yo era el gatuperio, y yo te contesté que sí. Te pregunté quién eras y no contestaste «una más».

Nos tomamos otra cerveza, hablamos de la mentira del nombre y a la mitad me dijiste que te ibas con tus amigas al local de enfrente. Me invitaste a seguirte.

Mientras me acababa las dos cervezas, decidí hacerte caso y te seguí para saber si las manzanas de tus caminos eran tan dulces como parecían. Te dejaste abrazar mientras despachabas a tu guardia personal, que no dejó de mirarme con ojos de lobo...

Probé el licor de tu copa y te susurré que del vaso de tus labios me embriagaría más. Sonreiste experta y seguiste bebiendo. Yo hice lo mismo hasta vaciarme los bolsillos. Tras las banalidades de la conversación se iba forjando un deseo salido del fondo de las entrañas...

Entonces me miraste y me dijiste que te ibas a la discoteca de al lado, y me invitaste a bailar con los labios y a bailarte con la mirada.

Te fuiste, pero te cogí de la mano y te obligué a volver. Te besé en un silencio que solo pude sentir yo y luego te solté. Y tú supiste que no te perseguiría aunque luego te persiguiera.

Me fui a casa pisando la calle y maldiciendo mi buena suerte...

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El gatuperio noctis

Ego

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El gatuperio