La creación, entendida como acto creativo puro y lo que produce, no es un estado consciente del gatuperio, es un padecer transitorio de no más secuela que su propia acción. Pero qué secuela.
Me explico; últimamente, crear ya no conlleva la resaca de la mañana de alcoholes ni el sueño del anochecer en la obra, porque incluso en estos extremos hay diferencia entre lo hecho y su repercusión posterior y la propia consecuencia del hacer (ponga usted la coma donde le venga en gana). Ahora crear no es un hacer ni un obrar, es algo tangible y demostrable en la medida en que es, y aunque sí puede decirse que el acto en sí puede tener un desencadenante, cabe no olvidar que puede ser lo mismo que para una mecha un fósforo.
Del crear hay que desgajar la creación: la creación no es un estado propicio a crear, crear es una acción propicia a un estado de creación, por ello mismo no se da la creación sin el crear, y por ello no hay una secuela secuenciable, que pueda constituirse de suyo en narrativa, sin filiaciones. Así pues, es posible la inducción de un pensamiento en el que se aplique a la creación la definición propia de un estado desdoblado del ser creador, en el cual la relación doble y bilateral entre estado normal y estado creador venga dada no por la realidad de un cierto desdoblamiento, sino por la relación entre conciencia normal y sustancia creada (entendiendo por sustancia el producto del estado creador) .
En el momento en que uno ya puede colocarse frente al gatuperio y se observa en plena creación, puede afirmar que ha accedido al estado necesario para crear y que se dé la creación, y entonces también puede observar cómo es un estado que produce adicción per se, entendida cómo estado de abstinencia entre creación y creación, y, sí, es cierto que se puede dar en mayor medida de lo previsto. Podemos entender esto último si consideramos que la creación obedece, se motiva y responde a una necesidad de expresión del espíritu que no halla en cauces habituales un lugar en el que plenamente realizarse.
Y por ello robo, y muto y canibalizo. Perdonen entonces la falta de originalidad de algunos de mis últimos escritos y pasen a considerarlos como la dosis desesperada del yonqui...
O no la perdonen. A mí, realmente me da igual.
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El gatuperio cabalgante
Me explico; últimamente, crear ya no conlleva la resaca de la mañana de alcoholes ni el sueño del anochecer en la obra, porque incluso en estos extremos hay diferencia entre lo hecho y su repercusión posterior y la propia consecuencia del hacer (ponga usted la coma donde le venga en gana). Ahora crear no es un hacer ni un obrar, es algo tangible y demostrable en la medida en que es, y aunque sí puede decirse que el acto en sí puede tener un desencadenante, cabe no olvidar que puede ser lo mismo que para una mecha un fósforo.
Del crear hay que desgajar la creación: la creación no es un estado propicio a crear, crear es una acción propicia a un estado de creación, por ello mismo no se da la creación sin el crear, y por ello no hay una secuela secuenciable, que pueda constituirse de suyo en narrativa, sin filiaciones. Así pues, es posible la inducción de un pensamiento en el que se aplique a la creación la definición propia de un estado desdoblado del ser creador, en el cual la relación doble y bilateral entre estado normal y estado creador venga dada no por la realidad de un cierto desdoblamiento, sino por la relación entre conciencia normal y sustancia creada (entendiendo por sustancia el producto del estado creador) .
En el momento en que uno ya puede colocarse frente al gatuperio y se observa en plena creación, puede afirmar que ha accedido al estado necesario para crear y que se dé la creación, y entonces también puede observar cómo es un estado que produce adicción per se, entendida cómo estado de abstinencia entre creación y creación, y, sí, es cierto que se puede dar en mayor medida de lo previsto. Podemos entender esto último si consideramos que la creación obedece, se motiva y responde a una necesidad de expresión del espíritu que no halla en cauces habituales un lugar en el que plenamente realizarse.
Y por ello robo, y muto y canibalizo. Perdonen entonces la falta de originalidad de algunos de mis últimos escritos y pasen a considerarlos como la dosis desesperada del yonqui...
O no la perdonen. A mí, realmente me da igual.
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El gatuperio cabalgante
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