jueves, 31 de julio de 2008

El reflejo del feo

Ahora que el sol yace bajo el mar y la brisa se contiene, puedo ver cómo me refleja el agua mientras noto que todo sigue caliente: el asfalto, la acera, el muelle... Pero sólo puedo ver mi reflejo sediento y no el de los demás.

Claro. Por mucho que ocupemos el mismo espacio durante un mismo tiempo, cada uno de nosotros habita en su realidad y a través de ella se realiza. De manera esporádica algunas realidades se entrecruzan, pero lo más normal es que eso dure sólo unos pocos segundos.

Hace nada que nos hemos cruzado. Y te lo digo para que lo sepas, aunque no llegues a leer esto nunca y ni siquiera sigas pensando en mí (porque sé con la certeza del asesino que por un momento lo has hecho).

Nos hemos cruzado y he visto mi reflejo del mar en tu pupila. Y, sabiendo muy bien por qué, me he acordado de los feos, porque eres tan fea como pueda serlo y saberlo yo, porque me ha parecido que por nuestras heridas manaba la misma sangre y porque ciertas uñas sólo se hallan al final de algunas zarpas que, casualmente, conozco demasiado bien

Pero pensando en lo fea que eres te me has ido, quién sabe si asustada por haberte asomado a tu misma soledad o árida ante la sed que has despertado en mis margaritas...


Si algún día vuelves, lo peor no será asumir la necesidad de aliento de tu cuello...

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El gatuperio flejo

miércoles, 23 de julio de 2008

Balanos

De entre los restos del naufragio podrán salvarse las hélices de mi destino, pero a buen seguro requerirán tales trabajos de recuperación que mejor sería dejarlas allí donde estén para que el sedimento del olvido concluya su trabajo y sepulte todo recuerdo espirado.


Esto, algunas noches, es lo que vengo pensando de un tiempo a esta parte, pero, no sé por qué, lo cierto es que todavía no he armado nuevo barco.

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El gatuperio lodiento

lunes, 14 de julio de 2008

A otra Laura

El Gatuperio Ataráxico, últimamente domiciliado en http://elgatuperioataraxico.blogspot.com/, y correo electrónico, a efectos de notificación, gatuperioataraxico algarroba google mail punto com, por el presente COMPARECE Y DICE:

    Que desde que os vio paseando al arrullo de las olas hace algunas noches en el malecón de poniente, no ha observado en ninguna otra criatura terrestre tan gracioso y sutil cimbrar.

    Que tras seguir vuestro rastro a la luz del mediodía y arrojarse al mar en el punto en que dejabais de mimar la tierra, no ha sentido tampoco en criatura marina alguna el brillo azabache de vuestros cabellos.

    Que tras soñar a cielo cubierto con vos no cree posible que voléis porque ningún ser alado desprende, siquiera remota, vuestra elegancia.

    Que ha elegido como punto de partida, retorno y estancia, para cualquier cosa, el lugar exacto donde le sonreísteis, no fuere que le volviereis a sonreír y no lo hallarais.

    Que se ha querellado contra las estrellas por titilar burdamente al paso de vuestra prestancia, contra el trueno por turbar vuestra excelencia, y contra las nubes por oscureceros al sol.

    Que su brazo puede empuñar cualquier espada o arma, incluso pluma, para defender vuestra pura esencia.

    Que cree rotundo estar enamorado de vos aunque no lo sepa cierto.
Por todo ello, y más, mucho más, SOLICITA:

    Que os dignéis a manciparle, bien de palabra, bien de obra para que pueda tener algo de vida.
Es gracia que espera obtener de vos.

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El gatuperio burrocrático

jueves, 10 de julio de 2008

No ser gamba

Sube el olor a puerto entremezclado con el recuerdo del de su pelo. Siendo gamba uno no espera derretirse de amor en la plancha de esos bares, pero marinero, lo menos que se espera es poder sorber ese amor de gamba acodado en la barra esperando a que la señora ponga precio al tiempo.

Han sido dos cervezas y una copa de champán lo que ha envidado el último farol. La mano en el bolsillo siempre apresta un buen fajo. Como siempre, los tatuajes, los cuadros de la camisa y el acento a maldito han acabado el trabajo. El truco es hacer creer al otro que sientes un arma entre los dientes y que tu desesperación es carcelaria.

Cuando el camarero apague la luz que ilumina el figón y la escoba repose sucia de las piedras del camino, querré mirarte a los ojos a ver si eres tan como yo creo. En ese momento, y sólo en ese momento, te haré saber que mi hambre es la que hace cantar a las sirenas las noches calientes de verano.

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El gatuperio deleznable