Agosto llega con las medias verdades convertidas en certezas. Y duele. Das un tiento.
Duele mucho aceptar que contemplas esa luna solo, que cuando se te acaben los dedos de las manos no podrás seguir contando estrellas... Que al mirarla a los ojos ya no habrá deseos y sí miradas hacia otros.
Eso. Empiezas a buscar.
Duele agosto cargado de otros. Y de otras que son otras pero que al final siempre son la misma: te mira, te sonríe, deja que te le acerques y luego te olvida porque tú ya la estás olvidando al ahogarte en alcohol. Y se va, sin que puedas hacer nada, con otro...
Y sigues buscando, irremediablemente, a otra. Y vuelta a empezar hasta que ahíto de alcoholes te sacía cualquier bordillo mientras empiezas a dormirte...
Entonces sí, otra ya es ella, aunque sea un sueño y sepas perfectamente que te vas a despertar preguntándote dónde está y qué hace...
Y en eso estás, en decidir si bebes para perderla y volver a soñar con ella o en darte la vuelta y seguir soñando con ella para no encontrarla jamás...
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El gatuperio harto
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