En uno de esos cruces que esconde el camino, coincidimos, y cada uno tomó el camino paralelo al del otro hasta que los caminos fueron uno, sin saber por qué ni cómo. Caminamos juntos, a veces con las manos cogidas, a veces con los dedos entrelazados. Otras, fueron los ánimos y las uñas lo cruzado, pero caminamos.
Pero llegó un momento en el que tuve miedo de seguirte, tu ritmo cambió: zancadas más largas, pasos más seguros, días de veinticuatro horas...
Y ahora, lo que fue un adiós cobarde es una pesadilla que se repite cada vez que me sonríes de pura primavera, dorando sol y alargándome las madrugadas...
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El gatusomne imperio
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