El gatuperio calla, atravesado en la butaca en la que siempre quiso sentarse. No reclina su cabeza sobre las orejas del sillón porque teme verse obligado a oír lo que no quiere oír. Se sienta riñones y rodillas sobre brazos, mirando el bies de lo que quería.
Y calla convencido de que lo que pueda decir no vale la pena, por sabido, esperado y evidente.
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El gatuperio cobarde
Y calla convencido de que lo que pueda decir no vale la pena, por sabido, esperado y evidente.
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El gatuperio cobarde
Ufff...
ResponderEliminarNo deberían los principios interferir en los sueños... Supongo
ResponderEliminarPobre gatuperio...
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