lunes, 28 de enero de 2008

El cazador

Cuando el alba ya amarillea, y la luz se rehace con sus dominios, el cazador ya ha de estar despierto y el trigal no debe esconder más que movimientos sucintos. Cualquier despiste puede echar a perder los sueños de la noche anterior.

Vigilante, asaz escopetón, el cazador debe estar dispuesto a cobrarse cualquier ofensa.

Un conejo, un topo o un ratón... Incluso el gazapo que nadie más ha visto y que lejano saltará imberbe de futuro.

Pero sólo si el cazador quiere cazar cazará.

Lo demás son hallazgos, de más o menos valor.

Buscar cuesta lo que no cuesta encontrar y pide una vuelta satisfactoria...

No tengo ganas de ir volviendo con las manos vacías, pero tampoco quiero encontrar lo que espera serme encontrado.

A veces, un pronombre puede atar de pies y manos...

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El gatuperio en el alba...

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