En su infinita posibilidad, el amor es siempre una historia de completación. Su peripecia y tránsito pueden diferir mucho de su germen y gestación, y en su resolución todos aprecian, por deseable, la perpetuidad, pero no es amor sin la propia necesidad del otro, entendidas «propia» y «necesidad» en sentido pleno e íntegro: egoísta.
Ahí reside parte de la locura de los enamorados, en completarse de forma recíproca sin perderse reflexivamente de vista.
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El gatuperio grana